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A Clarice Lispector, mi amor escondido

Murió Juan Marsé. Me pregunto, una vez más, que será del mundo cuando todos hayan muerto, quién quedará para ... contarlo. Murió Marsé. Me gustaba tanto, desde siempre, y me gustaba más como hombre que como escritor. Aunque yo nunca estuve “encerrado con un solo juguete”, sí lo estuve (y ahí sigo) en su obra cumbre: “Últimas tardes con Teresa”. Imaginé tanto a Teresa, imaginé tanto esas últimas tardes, que me quedé a vivir en ese título de “Seix Barral”. Teresa siempre fue para mí la chica más que inalcanzable, la que nunca llega. Horas muertas en la estación, toda una vida esperando un tren. No, no lloren, para vivir hay que esperar, llegue o no llegue, es un principio carnavalesco, pagano y cristiano: la esperanza.

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