Josés y Josefas
Sábado, 19 de marzo 2022, 04:00
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Sábado, 19 de marzo 2022, 04:00
En memoria de mi hermano Pepe
LLEGAS a la cafetería, dices ¡Pepe! y se vuelven hacia ti varias personas. El nombre está entre los más ... numerosos del mundo y la Iglesia lo celebra hoy, 19 de marzo. Lo de haber unido el día del padre, fue una buena idea de una maestra en los años 40 del pasado siglo, pero solo prosperó cuando se convirtió en un señuelo comercial, lanzado en su propaganda por aquellas “Galerías Preciados” madrileñas de los 50, y aprovechado hábilmente por el dueño de El Corte Inglés, que vendió más corbatas que nadie, incluso a los que no habían padreado.
En España hay muchos Josés por el carpintero de Nazaret, pero quedan algunos que son José Antonios, porque sus progenitores bautizaron al hijo varón con el nombre del que fue fundador de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera. Esta razón resulta hoy extravagante, pero antes de ser fusilado por el bando republicano durante nuestra guerra incivil, guapo, joven, su verbo “entre místico, poético y militar”, magnetizaba a muchos jóvenes, y se hicieron comparaciones poco afortunadas entre él y nada menos que Dios (el único dato objetivo es que ambos murieron condenados a los 33 años).
Las multitudes que en todos los países se llaman José o Josefa, son por San José, coloquialmente Pepe, según dicen por ser las iniciales de su condición de padre putativo (PP), de Jesús. Su iconografía es inmensa. El ex párroco de la Purísima José Manuel ha compuesto un montaje soberbio de imágenes y textos, que me envía mi querido amigo Vicente Herrero, excelente ex periodista. Es santo muy venerado, y basten dos testimonios: Teresa de Jesús, en el “Libro de la vida”, relata su experiencia personal, con el hermoso castellano que conoce como nadie María Jesús Mancho: “Y tomé por abogado y señor al glorioso San José y encomendéme mucho a él. No me acuerdo hasta ahora de haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo...”; y el Papa Francisco llama a San José el hombre de los sueños, “aunque no era un soñador, tenía los pies en la tierra”. Desvela que cuando tiene un problema lo escribe y lo pone por la noche bajo una estatua del Santo que hay en su habitación, para que “lo sueñe”. Suponemos que el nombre de Ucrania estará hace 23 días bajo esa imagen.
Entre mis parientes y amigos hay numerosísimos Josés, desde el gran Pepito, a un serrano de Molinillo, pasando por Pepe “Teclas”, Pepe “Racha”, Pepe Valencia, José Angel “La Fresa”, o Pepe “Stalin”. Hay abogados, jueces, alcaldes y ex alcaldes —uno ateo—, un fisioterapeuta, un folklorista, un educador que ha escrito sus memorias, varios curas, un minucioso columnista, tres o cuatro poetas, un académico de la lengua que conozco desde monaguillo, un ingeniero de hierro, ganaderos, un político que degenerando llegó a ministro (y ahora es tertuliano), uno que no ha dado un palo al agua, otro que de la nada llegó a surcar todos los cielos con sus aeronaves, dos o tres que dicen que me leen, un futbolista que cuando salía en el Calvario la grada entonaba “Pepee, pepee...”. En mi extensa guía telefónica hay pocas Josefinas, y una de ellas muy valiosa se ha ido hace muy poco. Pero tengo que cerrar la lista porque es excesiva, supongo como la de algunos de mis lectores. Con la pandemia, y las cruces, se ha convertido en un camposanto. A todos mi cordial felicitación porque se reconocerán en lo escrito, y me ahorran inoportunos guasaps o llamadas molestizas.
A mi hermano José Francisco, excelente cardiólogo y mejor persona, mi padre lo llamaba con razón “Pepito, oro molido”.
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