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La entrevista al actor José Sacristán en algún programa de televisión este fin de semana y su posterior lapidación en las redes sociales, volvió a ... dejar claro que salvo aquellos partidos creados directamente para blanquear o defender a ciertos ex pistoleros del terrorismo independentista que hoy se pasean por las instituciones disfrazados con la túnica espiritual de Gandhi, nunca existió en nuestro país una izquierda más intolerante, sectaria y exaltada que la que actualmente sigue a Podemos y su gran sumo sacerdote en la tierra, Pablo Iglesias.
O bueno, vale, no generalicemos: esa parte más ruidosa y significativa de incondicionales de la formación, que permanece agazapada con perfil abierto en twitter y la escopeta siempre cargada y no precisamente para cepillarse a Arguiñano por arrojar unas rodajas de chorizo sobre una maravillosa paella, que pudiera tener sus atenuantes.
Esta vez simplemente bastó que Sacristán dijera algo tan juicioso cómo que lo mismo el asunto de convertir una monarquía parlamentaria en una república no es una cuestión tan urgentísima para abordar esa misma noche, con tantos problemas colectivos en los que vivimos envueltos, y que Pablo Iglesias tiene serios problemas para controlar su constante afán de protagonismo. Inmediatamente todos los fanáticos del líder de Podemos acudieron presurosos a convertir a Pepe Sacristán en trending topic vomitando bilis y entregándole al actor ese Óscar honorífico al facha más desinhibido del reino.
Así se las gasta esta entusiasta y fervorosa tribu defensora acérrima del actual vice, para cualquiera que ose advertir alguno de sus defectos, faltando al respeto a la divinidad absoluta que dirige con mano firme el partido, apartando a todo aquel que no piense como él y relegando al ostracismo a toda aquella que ya no quepa en su cama.
Sospecho que lo que realmente sucede es que aquel partido que con astucia supo capitalizar en su día el hermoso movimiento que fue el 15 M, con el que se trataba de devolver a la acción política esa mirada que tuviera más en cuenta la triste realidad de lo que se vivía en la calle que el enriquecimiento propio, cada vez parece más alejado de aquel sueño. El comportamiento de sus seguidores con gente tan brillante y comprometida como José Sacristán, la más palpable demostración de que algo se está pudriendo dentro del propio partido.
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