Secciones
Destacamos
Los cierres de ejercicio, ya sea fiscal o de calendario decembrino, suelen ofrecer pormenorizados y sesudos análisis a cargo de distintos centros de estudio y ... diversos observatorios. Los informes de estos últimos con frecuencia aparecen retocados o maquillados, dada la propia naturaleza de muchos de esos observatorios, que no son más que reductos donde, en pago por los servicios prestados, chapotean adeptos y enchufados a la espera de nuevas oportunidades electorales.
Hay, no obstante, informes de absoluta solvencia, fruto del concienzudo trabajo de instituciones políticas o financieras de las que nos podemos fiar. Uno de esos análisis recientemente emitidos es el del semanario The Economist, que avanza predicciones a nivel mundial para el año recién iniciado. Y digo “avanza”, en vez de “aventura”, que es lo que otros, a los que bien podemos tildar de tendenciosos, acostumbran a hacer barajando cifras y estadísticas a su antojo –humo, a fin de cuentas--, al tiempo que reciben sustanciosas inyecciones económicas regadas desde determinados organismos públicos y/o gubernamentales.
Para la mencionada publicación no todo es pesimismo (doom and gloom, como dice una de las canciones de los Rolling Stones). Encaramos un año con vacunas disponibles; se atisban mejores relaciones internacionales con el cambio de presidencia en Estados Unidos, a pesar de las reticencias de Trump a reconocer la legitimidad del sucesor y el esperpento tercermundista capitolino –“¡A rodear el Congreso!”, clamaban los podemófilos, “Apreteu, apreteu”, ladraba Torra--; existe una mayor concienciación mundial con respecto al cambio climático; la Unión Europea va digiriendo la espantada del Reino Unido (los gibraltareños están felices con la generosa postura de España en su papel de amigo fiel y gran hermano protector del Peñón); en Italia celebrarán el VII centenario de la muerte de Dante; y los rusos el 30 aniversario del colapso de la Unión Soviética, ahora con vacuna propia.
Estamos en el 21, el número de puntitos negros que tiene un dado; y Dios juega a los dados, por más que Einstein defendiera lo contrario. Tal como van las cosas, yo le daría la razón a Heisenberg y su principio de indeterminación, gracias al cual comprendo mejor el rechazo a los binarismos posmodernos.
En el caso de España, todo es incertidumbre. El informe de The Economist deja varias preguntas en el aire. Yo diría que, con la recuperación económica en la cuerda floja, el futuro inmediato se augura más negro que el sobaco de un grillo, negro como el carbón (nos hemos quedado sin minas) o, si se quiere, negro cual boca de lobo (alimaña depredadora a la que ya no le afecta aquel dicho pastoril de “con buen mastín, no hay festín”). Elijan ustedes la tonalidad. Más bien tirando a oscura, me temo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Román Álvarez. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.