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Los economistas manejan el factor de la incertidumbre para explicar por qué la economía no alcanza todavía los niveles previos a la pandemia. La incertidumbre ... tiene que ver con la guerra en Ucrania y con el pulso entre Estados Unidos y China, claro, pero también con la pulsión legisladora que lleva tanto al inversor como al consumidor a no saber a qué atenerse. Un particular, por ejemplo, puede necesitar un coche, puede incluso tener el dinero para comprar un coche a tocateja, pero al mismo tiempo no poder comprarlo. El Parlamento Europeo dio ayer el visto bueno a la prohibición de venta de turismos y furgonetas de combustión, incluidos los híbridos, a partir de 2035. Nuestro consumidor, enterado de la política, no querrá comprar un coche con motor de combustión, pero tampoco sabrá qué tipo de coche comprar. Porque al mismo tiempo, la Comisión Europea no se aclara sobre cómo reformar el mercado eléctrico común. Siete países se han rebelado contra la reforma en curso y por ahora no hay vías de acuerdo, lo que lleva al sujeto a desconfiar de la compra de un vehículo eléctrico, sobre el que no puede calcular cuánto le costará arrancarlo el año que viene. La paralización de casi la mitad del parque nuclear francés, además, ha mostrado que, si circulasen por las calles tantos coches eléctricos como figuran en los objetivos europeos, no habría electricidad suficiente para todos.
Ya no podemos contar con un suministro fluido de piezas de repuesto, debido a los famosos cuellos de botella, y los fabricantes de coches eléctricos de hoy no pueden garantizar que puedan proporcionar nuevas baterías mañana, porque nadie asegura que determinadas materias primas necesarias en su fabricación vayan a estar disponibles. Por no hablar de los gobiernos y sus políticas zigzagueantes. Hemos pasado de cerrar centros urbanos a los vehículos que funcionan con gasóil a disfrutar de la compra gasóil subvencionada por el Estado para, por último, saber de su prohibición en 2035. Podría pensarse en los motores de hidrógeno.
Hace solo unas semanas, el gobierno español anunció a bombo y platillo el proyecto H2Med, que transportaría exclusivamente hidrógeno verde, pero finalmente lo que va a transportar es hidrógeno salido de las centrales nucleares francesas, el de color rosa. No hay quien se aclare. Lo más probable es que el consumidor se guarde su dinero para seguir circulando con un vehículo más antiguo y contaminante que el desearía y se podría permitir. Y ya veremos. Eso es a lo que los economistas llaman incertidumbre.
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