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De un tiempo a esta parte, estamos asistiendo a una serie de impertinencias, cada vez más frecuentes, de determinadas instituciones con los medios de comunicación.
Hubo un tiempo en el que casi se necesitaba una jornada laboral para poner en orden la multitud de convocatorias ... y remitidos que llegaban a diario a la Redacción en busca de un hueco en la agenda informativa. De aquel fragor por convocar ruedas de prensa a troche y moche, hemos pasado al extremo de citar a los periodistas para que copien las declaraciones del político de turno sin ofrecer ni siquiera la posibilidad de formular preguntas.
Y ni una cosa ni la otra. Ni es necesario organizar una conferencia de prensa para presentar una programación cultural o una carrera popular, que se pueden ventilar enviando una nota de prensa a los medios de comunicación, ni resulta comprensible invitar a los periodistas a que hagan de convidados de piedra y se conviertan en meros copistas o ejecutores de darle al “play” a una grabadora.
En la época de las convocatorias a tutiplén había entidades que se enfadaban con el medio porque no había enviado a ningún periodista o fotógrafo, los cuales saltaban, con la lengua fuera, de cita en cita, haciendo lo más aburrido de esta profesión: cubrir una rueda de prensa. Y todo por tener su minuto de gloria en las páginas de un periódico. “A ver si esta vez me sacas guapo”, llegaba a decir alguno, desconociendo que el retratista no era corresponsal de la Virgen del Lourdes.
Ahora, los reporteros se sienten ninguneados en su misión de informar cuando tienen que asistir a una convocatoria en la que se les impide interpelar al orador. No ha sido el plasma de Rajoy el único en instaurar este tipo de comparecencias, que más bien parecen, sin serlo, declaraciones institucionales. Por esta infame conducta han pasado, entre otros, Álvarez Cascos, Ibarretxe, Torra, Zapatero y Pedro Sánchez, por supuesto.
La falta de pudor también podemos verla en nuestro ámbito más cercano. Sin ir más lejos, la semana pasada, el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, mantuvo durante ¡casi dos horas! a los periodistas especializados en temas de salud de la región aguardando a que diera comienzo una rueda de prensa. Aquella en la que anunció el cambio de criterio por el que nos íbamos a regir, a partir de entonces, en la aplicación de las medidas restrictivas contra la pandemia del coronavirus. ¿Se imaginan ustedes hacer esperar a un cliente todo este tiempo? Lo más fino que le dirían sería maleducado.
Y del ninguneo pasamos al intento de injerencia. No es nuevo tampoco. Los que llevamos años en esta profesión sabemos de “llamaditas” de políticos a los dueños de los medios de comunicación para que tiren de las orejas a algún incisivo periodista. Sin embargo, la desfachatez ha llegado a extremos insospechados. Incluso a los clubes de fútbol. Tal es el caso del Salamanca, cuyo presidente, Manuel Lovato, y su mano ejecutora en la ciudad, “el-chico-para-todo” Rafa Dueñas, han vetado a este periódico para que no pueda hacer entrevistas a los jugadores o acceder a la presentación de un entrenador o asistir a un partido del filial en las Pistas, entre otras jugarretas.
Les incomoda la crítica, les solivianta que denunciemos el sistemático retraso en el pago a los jugadores o a la cantera, les altera leer verdades como puños sobre cómo están gestionando el club. Su osadía -y su ignorancia- han llegado al punto de reclamar públicamente, a través de un comunicado, que esta casa cambie al periodista que informa de las vicisitudes de su “corralito”. Apañados van. Si algo caracteriza a este periódico es su rebeldía ante este sistema trilero, su negativa a hacer de altavoz sin más de quien manda, su interés por ir más allá en la información, analizando, explicando y, cómo no, también opinando.
Llegados a este punto, querido lector, quizás haya podido pensar que estas líneas son fruto del atávico corporativismo de nuestra profesión. Nada más lejos de la realidad. Estos desdenes, protagonizados por representantes de algunas instituciones, no solo inciden en la prensa, también recaen en usted. Piénselo.
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