Imagen de honor
Jueves, 17 de marzo 2022, 04:00
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A veces decimos que “no hay palabras” para describir tal o cual realidad. Pero normalmente sí existen, lo que pasa es que nos cuesta encontrarlas, ... claro. Y tampoco creo que sea cierto que una imagen valga siempre “más que mil palabras”. Sin embargo, es innegable que hay imágenes con enorme fuerza, y la invasión de Ucrania, desde luego, nos está brindando ejemplos. Vayamos por partes.
“Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar”, escribió José Hierro. Por mucho casting ocular que se realice, es difícil que haya ojos que estén a la altura de aquellos que fotografía Hierro con su verso. Además de la sinestesia, su texto escapa al gran angular, y no cabe en ningún objetivo. Hierro posibilita que cada receptor diseñe en su mente los ojos que han sido esculpidos con vocablos. Y frente a esa visualización forjada en nuestra cabeza, forjada gracias a la palabra, cualquier imagen que llegue de fuera resultará, en comparación, decepcionante. ¿Ven cómo resulta revisable que la imagen tenga que valer más que la palabra? Ese poema (“Lope. La noche. Marta”, perteneciente al libro Agenda), presenta a Lope de Vega como personaje, dirigiéndose a quien fue su última amante. Aquella Marta, Marta de Nevares, acabó quedándose ciega. Perdió la vista, pero jamás perdió esa mirada que retrata José Hierro. Esa mirada que posibilitaría escuchar oleajes.
En consecuencia, el cliché sobre la primacía de la imagen olvida que las palabras también son creadoras de imágenes: de imágenes mentales. Por eso ponemos rostros al leer una novela que nos está llegando con intensidad; al igual que vemos en nuestra imaginación, cuando estamos escuchando un pasaje radiofónico bien cuidado, donde las palabras (y los efectos, y los silencios, y las músicas) están siendo empleadas con destreza. Sería innecesario, por tanto, enarbolar automáticas jerarquías. Dependerá de qué imágenes. Dependerá de qué palabras. Dependerá de quién esté manejando unas u otras.
Comentaba al inicio que la tragedia en Ucrania nos había traído imágenes poderosas. Tristes, sí, pero poderosas. Cómo no recordar esa maleta que reposaba, en pie, al lado de quienes yacían, ya cadáveres, tapados por pudorosas colchas. La escena se ubicaba en Irpín. Allí, en plena evacuación de civiles, llegaban los bombardeos. Allí, sobre la única vía de escape, cayeron los morteros de Putin.
Y también es ineludible la casa, en Kiev, del escritor Lev Shevchenko. Domicilio cuyos cristales aparecían tapiados con volúmenes de su propia biblioteca. Desde luego, hay libros que esclavizan. Y libros que hacen libre. Hay libros que defienden invasiones. Y libros que abanderan libertad. Hay libros apilados en un quicio. Y libros que se atrincheran, tras la ventana, para que ésta un día pueda abrirse. Ojalá sea pronto. Palabra de honor. Imagen de ídem.
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