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CREO que no debe de haber nada más difícil y doloroso de sobrellevar que vivir en el cuerpo de una mujer y sentirse un hombre ... o viceversa. No tiene nada que ver con la tendencia sexual, con que te gusten los de tu mismo sexo, los de otro, ambos o seas asexual. Tiene que ver con la identidad, que es el primer derecho de un ser humano: saber de dónde procede y quién es. Por eso defiendo, por supuesto, y sin fisuras, que cada cual pueda ser lo que sienta ser. Pero con matices. El primero de todos que se tengan en cuenta las etapas del ser humano y sus abismos, esas dudas que pueden conducir a querer pertenecer a un lugar sin tener muy claro si es en realidad lo que el propio ser humano que lo desea, o a lo que le aboca la sociedad en momento crucial de la vida, donde el cuerpo y los sentimientos se alteran sin remedio, como es la adolescencia. Que se respeten todas las actitudes, pero se valoren los tiempos, para no ocasionar un perjuicio irreversible que provoque aún más dolor al duplicar la frustración terrible de estar en el cuerpo equivocado. Y también que se acepte que las transiciones pueden tener espacios de desigualdad, que también hay que valorar para no perjudicar a nadie. Por ejemplo, el del deporte: no se puede pretender conducir al deporte femenino de nuevo a la casilla de salida, tras tantísimos años de esfuerzo para obtener el reconocimiento y la igualdad de condiciones a la hora de practicarlo. Es cierto que hay muy pocas mujeres trans deportistas y que su presencia casi es anecdótica, pero para las que no son trans y llevan toda su vida tratando de alcanzar la victoria que les toque tener que competir con alguna de ellas supone un fiasco terrible. Sobre todo, porque se sabe que la vida deportiva es muy efímera y solo reporta resultados durante un tiempo muy corto. Ver que todos los esfuerzos concentrados en tan pocas oportunidades se eclipsan por una desigualdad (que lo es, una desigualdad de las capacidades físicas) es muy frustrante. Hay quien apuesta por rebajar los niveles de testosterona y medirlos para propiciar esa igualdad, pero... es cierto que muchos expertos apuntan a que la complexión física, una determinada estructura, un esqueleto o el desarrollo muscular, también pueden suponer una ventaja. Habrá que estudiarlo con detenimiento para llegar a la perfecta opción, que no será nunca desatender la desigualdad. No solo valdrá sentirse mujer, habrá que correr como una mujer, para competir en igualdad con otras... Si no, la propia mujer trans se sentirá una mujer tramposa, que juega con ventaja, y provocará el rechazo en las otras mujeres, de manera inevitable, por su superioridad física no tenida en cuenta y lo que le reporta a ella y resta a la demás. Es una reflexión que creo que debería hacerse el Ministerio, respecto a su ley trans, si quiere seguir llamándose de “igualdad”.
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