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Ídolos con pies de barro

Martes, 5 de octubre 2021, 05:00

Leo los comentarios de diversos periodistas en las redes principales sobre Iván Redondo, tras la entrevista de Jordi Évole y me viene a la cabeza ... la erótica del poder. Hasta que Redondo no salió de Moncloa -nunca sabremos si por voluntad propia o patada presidencial-, desde los medios de comunicación se alababa su pericia política y hasta su maquiavelismo día sí y día también. Era un gurú tan infalible como para poder elevar al poder a cualquiera, independientemente de su partido y su capacidad. Un mago. El hombre misterioso al que todos se jactaban de conocer, haber conocido o estar a punto de conocer... Eso pasó. Como el viento. Si el presidente Sánchez, en su salida, le hubiera agradecido específicamente sus logros y hubiese dejado clara una línea de conexión entre ellos, tal vez los palmeros de la política no se hubieran lanzado a la yugular del asesor; pero ese mutismo de Pedro respecto al que fuera su confesor, su constructor y su amigo (o tal vez no tanto en ninguna de las tres facetas), ha dejado a Redondo a la intemperie. Y en la calle, cuando hace frío, no se está nada bien. En Twitter, se le ha dicho de todo menos bonito, igual que antes se le llamaba precioso. Por lo que ha contado, por lo que ha dejado de contar y hasta por el trasplante de pelo a la turca, que antes nadie había osado mencionar. Cuando uno sale a la palestra en horas bajas, sea para conducir o para declarar, se expone de la cabeza a los pies y no es sencillo salir indemne, máxime cuando ya no queda armadura que pertrecharse.

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