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Resulta fascinante la afición extendida en nuestro tiempo por hacer desaparecer del espacio público vestigios del pasado que, por las razones que sean, nos incomodan ... en el presente. Lo hemos comprobado en las últimas semanas, a raíz del repugnante asesinato de George Floyd por un policía de Minneapolis y de las movilizaciones surgidas a continuación en medio mundo, que se han llevado por delante multitud de efigies de personajes que, con razón o sin ella, los airados manifestantes tomaron como emblemas de la explotación racial, imperialista o esclavista

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