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Si leyésemos la letra pequeña cuando contratamos la póliza de un seguro cualquiera, estoy seguro de que no lo haríamos, porque al final todo son pegas, problemas y excepciones. Lo he recordado viendo en la portada de ayer de LA GACETA la foto con la manifestación de los taxistas de Salamanca, que protestaban por el abuso de las aseguradoras. Estos, junto a colegas de otras partes de España, se quejan de lo que consideran una subida abusiva de las primas que tienen que pagar y sospechan que las aseguradoras parecen haberse puesto de acuerdo para multiplicar por tres y por cuatro el coste de los seguros. Dicen que, si no se soluciona el problema, mantendrán las movilizaciones. Y esa situación tiene unos responsables con nombres y apellidos. Por un lado, los máximos directivos de las compañías aseguradoras. Por no hacer la relación exhaustiva, me ciño a las más importantes entre las cotizadas, como Mapfre, con Antonio Huertas, José Manuel Inchausti y Catalina Miñarro, como máximos responsables; también Catalana de Occidente, ahora conocida como Occident, con José María Serra, Raquel Cortizo o Juan Closa al frente. Y así podría continuar con las demás, porque con pequeñas diferencias las componentes de esa banda están cortadas por el mismo patrón.
Claro que actúan así porque desde la Administración se lo toleran. Y en este caso el responsable político es el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, y especialmente el director general de Seguros, José Antonio Fernández. Por no hablar de la máxima dirigente del Consorcio de Compensación de Seguros, Flavia Rodríguez Ponga, que pagamos entre todos y que se está «cubriendo de gloria» con la gestión ante la «barrancada» de Valencia. Solo hay que hablar con la mayor parte de los afectados para encontrarse con las críticas al citado Consorcio por la tardanza en las peritaciones, en los pagos y, por supuesto, en la valoración de los daños. Y, cito al Consorcio, porque de acuerdo con la legislación vigente, las compañías aseguradoras se han quitado de en medio.
Volviendo al principio, cuando contratamos un seguro pensamos que estamos asegurados y nada más lejos de la realidad, porque lo único seguro es que vamos a pagar. Si llega el siniestro, nos encontramos con las sorpresas. Ejemplo, en el caso de un problema en el hogar, nos podemos dar con un canto en los dientes si nos cubren frente a terceros, porque en los daños en la casa del tomador, se empiezan a sacar de la manga que no ha habido el mantenimiento adecuado y que entonces no pagan. Eso lo deciden los peritos enviados por las propias compañías que cobran de ellas. Y, si uno no está de acuerdo, pues toca contratar a otro perito, pagar o acudir a los tribunales. Lo de marcharse a otra aseguradora es una solución teórica porque, al final, pasará tres cuartos de lo mismo. Por eso entiendo perfectamente a los taxistas. Y es que, hoy por hoy, contratar un seguro en España, es lo más inseguro que hay.
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