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Hay en Madrid una exposición sobre su hostelería y aquí, quizá, se podía hacer una similar. Una que recorra desde el Siglo de Oro a ... la legendaria de los años ochenta salmantinos e incluso más cerca en el tiempo. Aquella secular hostelería con el precio del vino intervenido para evitar desmanes de la población estudiantil, la del Mesón de la Solana, inmortalizado en el “Lazarillo”, y las tabernillas del vino blanco; la de los primeros cafés salmantinos y sus herederos de aquella calle del Prior en la que igual se conspiraba que uno se encendía con las camareras que servían y actuaban en ellos; la hostelería de la Plaza Mayor, Pozo Amarillo, Rúa y alrededores del Mercado Central; y la hostelería que situó a Salamanca bajos los focos de los ochenta y su “Movida”. Puede que todo empezara en el “Puerto de Chus”, pero después llegaron los “Moderno”, “Laval Genovés”, alias “Submarino”, el “Otto”, “Country”, “Callejón”... y en discotecas “Tito´s”, “Hindagala”, “María”... Luego estaban los bares y restaurantes de esta ciudad, que, como diría Rajoy, no cosa menor sino mayor. Es decir, hay materia. Por haber hay vídeos que recibo de vez en cuando –los últimos del gran Antonio de la legendaria “Covachuela” y del interior de “María”—y hasta un libro de Luis Miguel Santos Unamuno titulado “Memoria personal de los tugurios de Salamanca”. Podría ser una guía sentimental –seguramente lo sea—como aquella de Salamanca de Domínguez Berrueta. La doble condición de universitaria y turística ha hecho importante a nuestra hostelería y bien merece, sin efemérides que valgan, una exposición como la de Madrid.

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