Hombres con pies de barro
Jueves, 7 de mayo 2020, 05:00
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Jueves, 7 de mayo 2020, 05:00
Si hace medio año le hubiera presentado a mi editor una novela en la que un virus paraliza al mundo entero creo que, como poco, ... me habría dicho que sería exagerado incluso dentro del género catastrofista.
Cuando pensamos en palabras como pandemia o peste, el subconsciente —ayudado por el cine— nos remite imágenes desoladoras de caos en las calles, fulanos matándose entre sí por el último barril de gasolina o gente arrastrándose por las aceras mientras agoniza entre convulsiones hemorrágicas. Gracias a Dios no hemos llegado a esto pero sí a cierto nivel de histerismo que, para sonrojo de unos y vergüenza ajena de otros, se ha podido ver, sentir y palpar. Todo el mundo es muy ateo hasta que el avión comienza a temblar.
Nos creemos los dueños y señores de la Tierra pero, en realidad, somos de naturaleza débil y cualquier pequeña perturbación del entorno nos señala nuestro lugar. Edward Lorenz (matemático estadounidense y continuador del trabajo de Poincaré, Laplace y Newton relacionado con los sistemas sensibles a pequeñas variaciones), tomando como ejemplo el proverbio del aleteo de una mariposa, demostró que una pequeña variación puede perturbar todo el sistema. El virus, en su origen, comenzó siendo un pequeño cambio pero tan determinante que ha logrado que, al otro lado del mundo (en nuestra España), millones de autónomos tengan que cerrar, la economía nacional esté al borde del colapso y el gobierno comience, peligrosamente, a vadear el Rubicón.
Ninguno de nosotros podía haber llegado a imaginarse algo así. Jamás. Aunque siempre hay algún listo que saca pecho y a la voz de «ya lo decía yo» busca desmarcarse. La excepcionalidad de la situación es tan mayúscula que, ni siquiera aquellos que vivieron la mal llamada gripe española de 1918 (propagada desde China o Estados Unidos, aún no se sabe muy bien) y han sobrevivido hasta nuestros días, recuerdan una repercusión similar. Esta «gripe» (como quieren minimizarla algunos) nos ha dejado ya más de 25000 fallecidos y supervivientes con secuelas que aún estamos lejos de comprender. Es terrorífico.
En los últimos cien años hemos tenido gripe porcina, ébola, sida y así hasta dieciséis nuevos «bichos». Muchos más que en siglos anteriores. Me temo que habrá nuevas pandemias. Puede que entonces no vengan de China, puede que vengan de Gibraltar —a saber— o de la Generalidad de Cataluña —aunque allí lo que proliferan son las ratas—.
Me pregunto si cuando vuelva a pasar estaremos a la altura; si tendremos miles de almacenes diseminados por toda España rebosando material médico; si guardaremos bajo llave un respirador por cada tres habitantes; si tendremos todas las camas hospitalarias necesarias y un cuerpo médico suficiente —que no mejor, pues eso es imposible—.
Me temo que otro bicho volverá y que tropezaremos con las mismas piedras.
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