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Perdone que empiece este artículo con una frase irreverente. Solo reproduzco la que hace un siglo y medio pronunció el primer presidente de la fugaz República española. “Señores, voy a serles sincero: estoy hasta los cojones de todos nosotros”, dijo Estanislao Figueras en las Cortes ... ante el bloqueo permanente de una España, que en lo político, se parece en algo a la de ahora. Su autor podría haber pasado a la historia por algo más que la queja, pero hizo pocos méritos además de pronunciar aquellas palabras en público. Figueras fue valiente para decirla y cobarde para defenderla. Al día siguiente de su reproche se subió a un tren y se marchó a Francia sin ni siquiera presentar la dimisión.
Su catadura política valdría para equiparla a muchos de los protagonistas de los vodeviles parlamentarios a los que estamos asistiendo estos días. Pero hoy solo le traigo el ejemplo del primer presidente de la República por aquella frase, que refleja el hartazgo desesperado de muchos de los ciudadanos, que no nos sentimos representados por quienes han dejado de gestionar la salud para centrarse en sus intrigas. Los partidos han convertido la política en un ejercicio narcisista sin escrúpulos, se han vuelto ciegos con la calle y clarividentes con sus ombligos. Los sillones y el poder han desplazado a la vacuna, a los hospitales, a las residencias, a las colas del hambre y a las del paro.
Seguramente estemos viviendo uno de los mayores desafíos sociales y económicos a los que se ha enfrentado nuestro país desde la Guerra Civil. Al otro lado de la trinchera solo debería estar el virus y aunque parezca mentira a éste lado no estamos todos juntos. Nuestros partidos han decidido emprender otra guerra por su cuenta, una que solo les interesa a ellos. La paralización de la vacunación ha coincidido con las surrealistas mociones de censura, el aumento de los contagios con una nueva convocatoria de elecciones y el mantenimiento de las restricciones en Semana Santa, que a muchos nos impiden volver a casa, con una nueva salida del gobierno para ponerse al frente de un cartel electoral.
Por supuesto que no todos los políticos son iguales, pero la maquinaria de los partidos hace que muchos se parezcan demasiado. No busque un solo culpable, porque los hay en todos los lados. También lo somos nosotros, porque llevamos mucho tiempo dejándoles vivir de la crispación y ya no castigamos la falta de unidad. Por eso, entre otras cosas, la política se ha convertido en ciencia ficción. Su realidad es diferente a la nuestra y encima nos condena a la inestabilidad cuando más necesitamos lo contrario. Ellos solo oyen a sus “spin doctors” cuando les susurran al oído los cálculos electorales. Les bastaría con no taparse el otro para escuchar el clamor de la sociedad. La queja de hoy se podría parecer a la de hace siglo y medio. “Estoy hasta los cojones de todos vosotros”, podrían oír en cualquier esquina. Solo hace falta salir para a la calle para escucharla.
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