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De pronto apareció caminando por aquella carretera que pasaba al lado de casa en Ituero. Venía con andares tambaleantes como un vaquero al que le ... acabasen de meter una bala en el costado. En Ituero, como en cualquier pueblo pequeño, todos sabíamos hasta el palomar al que pertenecía cada paloma que surcaba el cielo. Aquel perro no era de los contornos. Alguien lo habría abandonado en la carretera y se nos pegó a los pantalones pidiendo pan, calor y compañía. En la medida de lo posible, se lo dimos.

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