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Mañana, día 31 de octubre, víspera de Todos los Santos, es el Halloween tan popularizado en los últimos tiempos. Por razones comerciales y por el ... cerril seguimiento de las más populacheras costumbres anglosajonas. Parece como si del mundo anglosajón solo nos interesara lo adocenado y chabacano, lo “kitsch”, dejando de lado las muchas virtudes que evidentemente esa cultura posee. Manda, una vez más, el mercado —a las puertas estamos del “Black Friday”, buen ejemplo de esta imparable tendencia papanatístico— consumista.
La festividad de Todos los Santos siempre ha tenido gran arraigo en la tradición cristiana. Lo mismo que el Día de los Fieles Difuntos, o día de los muertitos, como se denomina en algunas regiones de México. En este país la celebración muestra la fusión de determinados elementos autóctonos, propios de la mitología mexica y azteca principalmente, y los ritos católicos trasladados por los misioneros al Nuevo Mundo tras el Encuentro (ahora está mal visto hablar de Descubrimiento, por las connotaciones imperialistas, genocidas y opresoras que ese vocablo implica, según alegan los supuestos oprimidos).
Nadie como Malcolm Lowry para trasladarle al lector el ambiente del culto a los muertos en un entorno plagado de ancestrales supersticiones, curiosos fetichismos y sorprendentes creencias en medio de una atmósfera densa, misteriosa, alumbrada por candelas en los camposantos y salpicada de pastelitos y calaveras de azúcar, regada por tragos de tequila, pulque y mezcal. Bajo el volcán es una novela fatalista, intensa, alucinante y desgarradora, situada en los años treinta del siglo pasado, que va mucho más allá del alcoholismo que sufre el torturado protagonista.
Los irlandeses reclaman para sí el origen de Halloween, que se remontaría a la festividad pagana del “Samhain” o fin del verano, cuando se rendía culto al advenimiento de los días más sombríos. Era el preludio de la llegada del invierno. Sin ir más lejos, en Galicia se celebra el Samaín, antigua reminiscencia de las brujas, druidas, hadas, trasgos y ensalmos. Las primitivas religiones celtas eran fundamentalmente animistas y, en consecuencia, adoraban a una naturaleza cuyos máximos exponentes eran el agua, los árboles y las plantas. Las gentes estaban convencidas de que los nabos alejaban los malos espíritus, y así se mantuvo la creencia hasta que fueron desplazados por la calabaza hueca, a la que se añadirían velas en su interior. Esta calabaza es la metáfora de la cara iluminada de un famoso personaje llamado Jack O’Lantern, supuestamente abducido por el mismísimo diablo.
Desde Irlanda el ritual pasaría en el siglo XVIII a Estados Unidos. Allí perdió el carácter tenebroso inicial para adoptar elementos populares, tales como el famoso “truco o trato”, el cine de terror y otros aderezos puramente mercantiles.
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