Hablemos de democracia
Lunes, 24 de enero 2022, 04:00
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Lunes, 24 de enero 2022, 04:00
Estoy atónito ante la cantidad de personas que claman la vuelta del bipartidismo. Entiéndanme, no hay nada de malo en que cada cual exprese sus ideas, pero parece que la democracia molesta. Y eso que aquello de “vivimos en democracia” —entendida como el gobierno del ... pueblo— es un mito: nuestro sistema, en todo caso, sería o una poliarquía, o una democracia liberal representativa de partidos. Aun así, para ciertas personas no es menester que los parlamentos recojan la pluralidad de las sociedades actuales. Cuando su función es representarnos a todos y todas, y no solo a unos pocos. Supongo que porque algunos hablarán desde sus enormes salones donde guardan güisquis de cuantía superior a la de cualquiera de los salarios que he tenido en mi vida. Aunque, también es cierto, que hay mucho kamikaze menos pudiente que parece disfrutar con el masoquismo.
Me pregunto si hubiesen colapsado de vivir en la Italia del pentapartito, cuando hasta cinco partidos —de los democristianos a los socioliberales— se unieron para evitar que el Partido Comunista obtuviese el apoyo de alguna formación socialdemócrata y lograse gobernar. Aunque me da en la nariz que esta pluralidad sí la aplaudirían. En cualquier caso, honestamente, me sorprende que se lleven las manos a la cabeza porque haya representación de más de dos fuerzas en las asambleas. ¿Pero qué pretendemos? ¿Volver a los tiempos totalitarios de las Cortes Orgánicas en las que corporaciones y familias de bien se repartían el bacalao? Bueno, igual en esto no hemos cambiado tanto.
Si surgen nuevas organizaciones es porque hay un espacio para poner en valor demandas encadenadas que se entienden que han de ser cubiertas. Y detrás de las demandas hay ideas. Algo que escasea en los dos grandes partidos. Y no es culpa de sus votantes, sino de la estatalización partidista: han pasado de ser los articuladores de demandas sociales a otros órganos burocráticos más de naturaleza totalmente indispensable. Por eso ningún gobierno del PSOE llevará a cabo la senda de la ruptura que promete cada campaña, sino que apostará por una reforma a medias tintas que apenas mejora la vida de la ciudadanía media. Fíjense que incluso el gobierno de Rajoy, tachado de tibio por propios y ajenos, fue más transformador, aunque fuese para desmontar el Estado de bienestar en pro del capital. Si durante décadas los gobiernos estatal y autonómico, de cualquiera de los dos colores, han abandonado nuestra provincia, el surgimiento de un movimiento que diga “estamos aquí”, no solo es lógico, sino necesario.
Y es que probablemente haya más de 14 —número de listas que se presentan a las elecciones— formas de entender nuestra provincia. No diré que tantas como salmantinos y salmantinas porque estoy seguro de que con algún coterráneo acabaríamos coincidiendo. Pero lo que si tengo claro es que tiene más mérito presentar proyectos realistas para nuestras vidas, provengan de Sáenz de Santamaría, Pablo Iglesias o de la belicista Margarita Robles, que prometer dar batalla a la “dictadura progre” desde la supuesta incorrección política. Porque, vaya por delante, ser un egoísta liberticida no es salirse del rebaño, es ser idiota. Y vocear más fuerte y más alto no te da la razón, solo oculta la falta de argumentos. Pero esto es lo que tiene vivir en sociedad: la pluralidad. La diferencia. Ser capaces de entender que educar a los niños en esto no implica que ellos tengan porqué estar en los márgenes, sino que quién es esta ahí también forma parte de la sociedad y no ha de ser excluido. Porque no nos queda otra que aguantarnos y convivir. Que ya somos más de dos, y por tanto multitud. Y celebrémoslo entre todos y todas. Porque mientras unos aceptamos que —casi— cualquiera cabe en nuestro modelo de sociedad, para otros, sobramos los que no somos como ellos. Y entonces sí que no podremos hablar de democracia.
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