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¿Sabían ustedes que hay empresas que a través de sistemas automatizados de vigilancia, con cámaras y satélites, son capaces de alertar de un incendio ... apenas segundos después de que se origine? ¿Sabían que esas mismas empresas fueron contratadas por California después de los dantescos incendios de 2018? ¿Sabían que una de esas empresas es de Castilla y León? Ahora, intenten acertar donde no están trabajando... Bingo!!!! En Castilla y León.
Las desoladoras imágenes de los fuegos que han hipotecado el futuro de Monsagro, la Sierra de la Culebra o Silos obligan a replantearse un operativo a todas luces obsoleto. La tecnología y la investigación son las aliadas más valiosas ante los retos que nos desafían en un planeta que ha metido una velocidad más.
Y esto lo llevan diciendo los expertos muchos años. Con la boca pequeña y con la grande, pero da igual porque el poder de decisión reside en una improvisación eterna que se mueve sólo por pulsiones políticas. El ruido lo eclipsa todo, especialmente los discursos más sensatos, apenas perceptibles entre tanto decibelio descarrilado.
A los dirigentes políticos hay que exigirles gestión, capacidad de encontrar soluciones antes de que los problemas nos engullan. Ni fotos ni titulares. Gestión y no improvisación, disfrazada a veces de un afán desmedido en buscar en quién descargar responsabilidades. Da igual unos que otros, el objetivo es poner la diana a un chivo expiatorio. Problema solucionado. Tan antiguo como la humanidad misma.
La Junta tendría que haber admitido desde el minuto uno que se equivoco al no activar el nivel máximo de incendios durante la ola de calor de junio. 30.000 hectáreas calcinadas después, quizá alguno pensara que si lo hacía le iba el puesto en ello, sin entender que los errores no dejan de serlo por esconderlos y que asumir los fallos y pedir disculpas es una de las mayores virtudes que puede tener un político.
Pero eso cotiza a la baja en un tacticismo en el que todo se evalúa en función de si subes o bajas en las encuestas. En las internas y las externas. Una dictadura demoscópica que está pervirtiendo el sistema y agigantando la distancia que separa a la ciudadanía de sus dirigentes.
De nada sirve colgar un selfie pisando cenizas en sus redes sociales o subirse al carro del reivindicativo ‘los incendios se apagan en invierno’, transformándolo en un barato eslogan de partido. Maniobras de postureo que no dejan de generar más ruido a la maniobra de la improvisación. Sin aportar nada.
Así que pónganse manos a la obra, escuchen a los expertos y aprovechen cualquier avance tecnológico para frenar estos incendios de última generación. Si siguen enfrascados en criminalizar a un agricultor que se saltó el horario de cosecha nuestra tierra mutará de verde a negro. El paso previo a un desierto que, por mucho que duela, dejará de ser sólo demográfico.
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