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LOS resultados de los comicios de Castilla y León deberían de ser un aviso a navegantes. No solo a los de la izquierda, que empiezan ... a ver su poder reducido en muchos escaños en diferentes partes de España, sino también a los populares, cuya estrategia se está resquebrajando a marchas forzadas, desde que su unidad lo hace también y a la vista de los electores. El desatino de esa desunión entre el presidente del Partido y la de la Comunidad de Madrid está afectando a todo. Lo ha venido haciendo en las previsiones publicadas por los distintos analistas y acaba de hacerse evidente en los resultados de estas elecciones, en un feudo habitual de los azules, donde Casado parecía querer refrendar su posición y aseguraba que obtendría un triunfo arrollador. Los escasos dos escaños (ni si quiera han alcanzado las expectativas más pesimistas de los suyos, que los cifraban en 34) les dejan en manos de un VOX reforzado y con ganas de entrar directamente a formar parte del Gobierno autonómico. Es cierto que Ciudadanos casi ha desaparecido y que hay quien opina que esa era una de las intenciones del equipo de Casado pero ¿y que consiguen con eso? ¿Dos escaños y un escoramiento definitivo hacia la derecha más dura? Mientras los socialistas se lamentan y su representante en la autonomía, Javier Tudanca, deja abierta la posibilidad de marcharse tras un fracaso reconocido y casi entre lágrimas (que ha sido mucho menos suyo que del presidente Sánchez), los morados han de aceptar con una humildad de la que carecen, que se han quedado a la altura de los naranjas: con un mísero escaño, que les hunde aún más los dos que obtuvieron en 2019. Bien es verdad, que la vicepresidenta tampoco ha hecho mucho por echarles una mano en estos comicios, ocupada como está en su carrera hacia la presidencia desde una actitud mucho más amable y menos extremista. En este juego de tronos no monárquico, donde los políticos se intercambian los puestos con alegría, como si fueran suyos y sin pensar realmente que se lo deben a los votantes, parece que se olvida el cansancio de todos los españoles, en este caso representados por los castellano-leoneses, que han decido acudir con muchas menos ganas a las urnas o no acudir (la participación ha bajado dos puntos), en una España de rencillas y colores enfrentados, donde no hay ni un partido que se comprometa a cambiar la ley electoral y procurarnos unas listas abiertas, para que votemos a las personas para que se comprometan con nuestros intereses y no con los suyos en las carreras políticas. Son unos resultados que nadie debería de celebrar, salvo Vox, que con un incontestable triunfo, ya ha advertido sobre sus primeras y futuras acciones extremas, desde un espacio de Gobierno que no parece que el PP le vaya a poder negar.

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