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El Tormes es mucho Tormes. Ahí lo tiene hoy y mañana convertido en escenario de ballet (¿acuático?) para conmemorar los veinte años de la Capitalidad ... Cultural, que no todo va a ser recordar los treinta de los Juegos Olímpicos de Barcelona, los mismos que han pasado desde aquella Feria Universal Ganadera de Salamanca, premio (¿?) de consolación ante el rechazo de la capitalidad cultural aquel 92. No tuvo tirón suficiente el peso histórico y cultural de Salamanca en el hallazgo de América, su descubrimiento y conquista, incluida en esta el desarrollo de los derechos humanos o la implantación universitaria para merecer aquel 1992 ser Capital Europea de la Cultura.
A lo que vamos. No es la primera vez que el Tormes sirve de escenario artístico. Hace unos meses fallecía Ángel Mateos, artista, escultor, maestro en incorporar el hormigón al arte, protagonista de un sorprendente museo en Doñinos, premio Castilla y León... y autor de una curiosa exposición en el Tormes de bloques coloridos que fascinaron a los que se acercaron y dieron lugar a alguna polémica con nuestro crítico de entonces, Paco Casanova. No se había visto nada igual. Ahora es un espectáculo de danza y música, pero creo recordar que en el citado año de la Capitalidad hubo fuegos artificiales en el Tormes para fascinación de los seguidores de este tipo de espectáculo, que en Salamanca son miles a la vista de los devotos que en la Feria no se lo pierden. Hasta ese momento, el Tormes había acogido una piscina flotante y algún proyecto de hacer un balneario a la altura de Mirat. Era lugar de baño, una actividad que cada verano se cobraba sus víctimas –este año empezó el verano con una- y también de lavado de ropa. El Ayuntamiento establecía zonas de baño seguras y el personal se las saltaba, pero también espacios diferentes para hombres y mujeres. En algún caso –zona de el “Cabildo”- los hombres estaban enfrente de las mujeres, separados por diez o quince metros, que a efectos de preservar la moralidad y la intimidad no sé yo. Todos los años saltaba la tragedia y también la noticia de un héroe que salvaba a un niño de morir ahogado, a una lavandera a la que se llevaba la corriente o a un paisano arrastrado por un remolino. Quizá por eso, en los años sesenta y setenta el Ayuntamiento dio mucho la tabarra con una playa en La Aldehuela de la que ando recogiendo información, si quiera porque uno fue usuario del arenal de La Aldehuela los fines de semana de verano, de la sombra del cañizo de las casetas de la época y la de la chopera que hoy es Ciudad Deportiva. Eso sí que fue una tala. A los ecologistas de nuestros días les hubiese dado un parraque y al consejero de Medio Ambiente, el triste Suárez Quiñones, un subidón.
Tengo curiosidad por el espectáculo de estos días e intento recrear en mi imaginación aquel balneario que no pudo ser, por la Guerra Civil entre otras causas, o aquella playa que sería la envidia de las de Benidorm. También la tengo por la reforma de Huerta Otea, hacia donde ha girado el paseo fluvial que inició Pablo Beltrán de Heredia y remató Alfonso Fernández Mañueco en La Aldehuela, con esa coda fascinante que es la Isla del Soto. Ahora es Huerta Otea, dirigida por García Carbayo, con el recuerdo del barrio del Castigo, el palacio de verano de los marqueses de Castellanos y el eco de Lázaro y su aceña natal en Tejares. Este Tormes, que es mucho Tormes, acogió un barco -¿lo recuerda?- y hubo proyectos de un puerto deportivo y barquitos de vela de allá para acá, supongo que compatibles con nuestras barcas y piraguas, que llevan ahí toda la vida, porque el Tormes fue, también, despensa salmantina. Había pescadores profesionales que echaban las redes y lo que capturaban se vendía a voces por la ciudad. Lo cuenta, por ejemplo, José de Juanes en su libro salmantino. De las fábricas de luz y los molinos le supongo informado. Ahora, hoy y mañana, es escenario de un espectáculo de danza y música, creo que inédito, que llega para asombrarnos a todos en un espacio fresco y lleno de encanto. Quizá al terminar gritemos aquello de que se repita, que se repita, que los niños coreábamos al terminar la función de marionetas en La Alamedilla. Pero esto ya es de otra historia. Hoy y mañana toca sesión en el Tormes.
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