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Por una vez dejaremos el asunto político que nos afecta, esperando que el mensaje de SM el Rey en Nochebuena haya calado en los ciudadanos. ... Dejaremos un tiempo para que interioricemos y centraremos nuestra atención en otro aspecto de mucha actualidad y futuro incierto. Según los datos de EIT Food, organización alimentaria no gubernamental que cuenta con el apoyo de la Unión Europea, España es el país comunitario con más fraude alimentario en sus productos de origen. Por el momento se conocen datos de 2019, año en el que hablando de vinos y bebidas alcohólicas el fraude superó los 435 millones de euros, pero si hablamos de aceite de oliva el dinero estafado alcanza los 1.500 millones de euros. Las mafias organizadas, los malos, han descubierto el filón y ciertamente los consumidores picamos el anzuelo. Lo barato sigue siendo caro, más aún con los precios que mantiene la inflación en los mercados.
Esta situación tan perjudicial para el mercado y para los consumidores se debe a que las mafias se han apoderado de una gran parte del mercado, multiplicando el fraude y la falsificación, hasta el punto de convertirlo en un negocio ilícito aún más rentable que el de los estupefacientes. Para ello, estos falsificadores siguen varios métodos de funcionamiento, como la sustitución del producto original por otros parecidos de menor calidad, el etiquetado erróneo, y el anuncio de falsos orígenes geográficos, pero también se mezcla con otras sustancias, en ocasiones, hasta perjudiciales para la salud.
Existen empresas internacionales que se están preocupando de este asunto que no es baladí porque se juega con la existencia de la propia industria y con la seguridad alimentaria cuando estos productos llegan al consumidor. Lo importante ahora es que se estudie el etiquetado del producto, la trazabilidad asegurada y muy especialmente la calidad. Si no estamos de acuerdo, lo mejor es denunciar en las Oficinas de Consumo. En navidades es el momento elegido por los malos para distribuir este tipo de productos, pasan más desapercibidos jugando con el subconsciente del consumidor que, de momento, ve un chollo donde realmente es un fraude. ¡¡Ojo!! que lo de las marcas de ropa, suponiendo millones de pérdidas, puede ser un juego comparado con el aceite de oliva adulterado o huevas de esturión que, en realidad, son de salmón de piscifactoría china, tailandesa o camboyana. Por cierto, mejor no hablar de las mieles que llegan de China o de Chile sin las garantías sanitarias que ofrece la producción española. La pregunta ahora es ¿qué podemos hacer? Lo primero es que los chollos no existen en productos alimentarios de primera calidad. Lo segundo es asegurar la compra en lo posible leyendo el etiquetado y la marca de garantía, de procedencia y trazabilidad y lo tercero acudir a proveedores de garantía.
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