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AunqueE solo enciendo la tele en busca de películas, series o fútbol intentando escapar de tantos discursos necios y partidistas, de pronto me aparece en ... pantalla esa exultante y crecidísima dama que según la mayoría de las encuestas arrasará el próximo 4 de mayo en las elecciones a la Comunidad de Madrid.
Resulta inquietante la nula sensibilidad que demuestra con las familias de los muchos fallecidos durante la pandemia en Madrid, siendo ella la responsable directa (o al menos, corresponsable), de tantas decisiones que provocaron y aún a día de hoy siguen provocando uno de los mayores focos de contagios y hospitalizados en nuestro país.
Alucino escucharle con esa lamentable soberbia de la que siempre hacen gala los más ignorantes, contradiciendo todos los consejos, medidas y diagnósticos de los científicos, médicos, expertos en virología y otros especialistas cuando nos recomiendan cuidarnos del virus hasta que las vacunas nos inmunicen, tratando de reducir nuestra vida social y evitando en lo posible los espacios cerrados. Ella nos regala la fórmula mágica con la que hará reflotar su región cuando ya no tenga las manos tan atadas como las ha tenido hasta ahora. Y asusta.
Básicamente, consiste en que todos los madrileños abandonen sus casas, lugar donde según su información les acecha el peligro (solo ella ha descubierto al invisible monstruo acechando escondido en los cajones del armario, mesilla o cómoda de su casa) para encaminarse jubilosa y radiante a los bares, restaurantes y terrazas con la intención de pasarse allí parte del día y toda la noche. “Madrid nunca duerme” asegura.
Pareciera que, en efecto, no existen los fallecidos o aún peor, no le importen lo más mínimo. Solo son un daño colateral necesario para que los restaurantes se llenen de comensales y los bares y los pubs y las discotecas y los locales de copas se dispongan a recibir a la hambrienta o sedienta tropa. Hay que salir a comer sin miedo. Y a beber. Beber hasta olvidar esta maldita pandemia. Con esta maravillosa fantasía de consumismo etílico y gastronómico por la que le aplauden, vitorean y coronan las asociaciones de hostelería, tendría Ayuso solucionado el problema. La vida sin más contratiempos, nos estaría esperando para curarnos las penas junto a una caña y una de bravas.
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