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AL LORO

Lo de Trump y lo anormal

Dicen que su padre le hacía repetir, mirándose al espejo, eso de «eres un rey, eres un killer». Y ahora está la respuesta de Sánchez

Sábado, 5 de abril 2025, 05:29

Esto no es lo del «anormal» que le suelta Macarena Olona a Ramón Espinar en la tele. No va de eso.

Es anormal lo de Trump. De diferente, de fuera de lo común, de infrecuente. Que diga que va a poner aranceles; que tal día los va a anunciar; que luego se venga arriba y encima que le ponga hasta título, lo del «Día de la Liberación»; que luego lo cuente en plan espectáculo; que el mundo se detenga para escucharle; que los días anteriores los negocios estuvieran en suspenso; y que sea hablar, decir lo que dijo, y que las bolsas se caigan. Y también que ya esté la Unión Europea en un «ay» y China, con la respuesta enviada. Y Trump, ahí, de lo más normal, porque lo suyo, por mucho que nos pongamos, es normal.

Trump es hijo de un emigrante alemán que cuentan que en el Bronx se hizo pasar por sueco porque muchos de sus vecinos eran judíos. Trump es también hijo de una escocesa de carácter fuerte, que empezó de niñera en Estados Unidos.

No es anormal que a Trump le encante el dorado. Viene de madre. Como el espectáculo. Mary Anne adoraba la casa real británica y Trump, también. Él logró verse con Isabel II y, tan protocolaria, tuvo susto en cada visita de Trump: que si la no inclinación, caminar por delante o ponerle la mano en la espalda.

No es anormal que Trump sueñe a lo grande. Cuentan que su padre le hacía repetir, mirándose al espejo, eso de «eres un rey, eres un killer».

No es anormal lo que ha hecho ahora porque él se presenta como negociante, artista del trato y en plan disfrutón. Y no es anormal cómo negocia porque es como nos lo ha contado. Que si en una negociación hay que ser «agresivo y directo»; que si «no debes enfocarte en tener razón, sino en cerrar el trato»; o lo de que para él «cada trato es una actuación». Pues aquí está. Nada anormal. Todo en la línea de una persona que entró en bancarrota con 9.000 millones de dólares de deuda y fue capaz de convencer a los bancos para renegociar. En la línea que aprendió de que «la gente te respeta cuando tienes autoridad». Como tenía Isabel II pero a su modo, sin levantar la voz. Y lo que pasa podría estar dentro de su estrategia, también confesada, de que «lo peor que puedes hacer en un negocio es parecer desesperado por cerrarlo». Y dice que casi nunca pierde.

Y ahí está medio mundo al borde de un ataque de nervios, incluido parte de su país, y él, pues como siempre, ya en otro paso, lanzando que si le dan Tik-Tok está dispuesto a renegociar aranceles. A lo suyo.

Y ahora la situación es la de aranceles a lo bruto anunciados por Trump. Y está el que vende allí, que no sabe si podrá subir tanto el precio. Está el que iba a cerrar un negocio con Estados Unidos y ahora lo tiene en el aire. Está el que ahora busca otro país y a ver qué tal. Y está ese país al que ahora van más a comprar y sube precios. Y el que enviaba su producto a un lugar al que ahora envían lo mismo otros y se encuentra lo anterior, pero al revés, que por lo suyo cobra menos. Y el que vendía fuera y ahora vuelve a España, y ahí el precio bajaría. Y los efectos indirectos, como el de si de este lío sube el pienso y luego la carne. Y está el consumidor, que aunque todo depende, conoce que siempre hay motivo para subir un producto y luego, para no bajarlo.

Y está la solución de Sánchez, que viene a ser prometer una lluvia de dinero, a modo de elecciones en nada, y que, con lo anterior, no se sabe a quién debería ir. Aprovecha los aranceles para resurgir como el anti-Trump y nos viene a decir que es nuestro salvador. Que de esta nos queda lo de aplaudirle a las 8. Y es que Sánchez siempre ha tenido su espejo, como Trump. Y es todo un lío. Un lío pero que nada normal.

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