Las sobrinas de Ábalos y Begoña

De las «sobrinas» de Ábalos, parece que Koldo tenía peor relación con Claudia. Más que nada porque en su móvil era «Clau» y luego, «Loca Asturias». A la vez, Koldo tenía que ocuparse de otra «sobrina», Jéssica, que en el teléfono de Ábalos era «Jesús Rodríguez 20Minutos». Él no se quería divorciar, ya lo dijo Jéssica.

Koldo se encargaba de que el piso de Jéssica estuviera pagado y se ve que llevaba el papeleo, no la gestión, de colocar a una «sobrina» en una empresa pública por allí y a otra, en la de allá. Y que fuera bien. Que pobre Jéssica. A ella, por ejemplo, se ve que le iba lo de cobrar un sueldito sin saber dónde estaba la oficina, pero que llevaba mal no aprovechar los vales de comida, dicen. Y para eso estaba Koldo. Seguro que nadie en el Gobierno sabía lo de las «sobrinas».

Se sabe menos de Andrea. De Nicole sí conocemos que era amiga de Koldo porque resulta que ella era madame de un club cuando él trabajaba en otro, antes de ser el asesor más poderoso del Gobierno. Que lo que más se valora es el currículum, salta a la vista. Normal que estén tan puntillosos María Jesús Montero y compañía con las universidades.

Ábalos, al parecer, tuvo que ocuparse de, al menos, dos «sobrinas» al mismo tiempo. A la vez, era la persona más poderosa del Gobierno y también la más fuerte de su partido.

No es para nada de extrañar que alguien con ese potencial vaya a Teruel por trabajo y sorprenda con una furgoneta de la que bajan «novias, que no son novias» para dormir en el Parador. Se sabe que Koldo, hombre de recursos, tenía en su agenda a prostitutas brasileñas y también a «Oscar López Paradores». Imagen impagable tuvo que ser la de Pilar Alegría, entonces delegada del Gobierno, viendo la escena de la «furgo». De Ábaldos, Koldo, Joseba... y de ellas. Si la vio, que dice que no. Como que no escuchó cómo destrozaban la habitación de la juerga que se pasaron en plena pandemia. Y sería a lo mejor por velar por los bienes públicos, que luego Sánchez la nombró ministra. Cuando cesó a Ábalos, también como secretario de organización. Y eso que Ábalos, a la semana siguiente de lo del Parador, impulsó la declaración institucional del PSOE contra la prostitución. «Soy feminista porque soy socialista», que dijo Ábalos. Y las risas.

Ábalos y Sánchez siempre se llevaron bien. Ni un reproche. Que Sánchez le echa, pues Ábalos no le pide ni media explicación. Que le larga del partido cuando estalla el escándalo Koldo, pues Ábalos se enfada, pero no con él. «No figuro ni en la querella ni en el auto criminal», se quejaba, pero no quiso molestar al presidente y, además, le tranquilizó: «Él sabe que soy leal».

Tan leal, que cuando la carta de Sánchez a la ciudadanía, esa en la que nos anunció hace un año que se iba a reflexionar y que ya nos diría si volvía, Ábalos, ya ex de todo, fue de los primeros en animarle y en pedirle que resistiera, como en el Peugeot. Antes de lo del Parador fue lo de Delcy y las maletas. Y a lo mejor fue por ahí lo del cese, porque Ábalos estaba dolido por la grabación en la que De Aldama le cuenta a Delcy que el «jefe» tuvo «unas palabras muy duras con el uno». ¿Y quién es el uno?

Sánchez escribió la carta por lo de Begoña. Y ahora lo de Begoña está peor. Y lo de Ábalos. Y está lo del hermanísimo, que ahora declara. Y lo del Fiscal. Y no hay fango para tapar tanto. Que si le da por escribir otra carta, sería ya un libro. Y si él echó del PSOE a Ábalos por contratar a Koldo, o eso dijo, ¿no tendría que irse por haber contratado él a Ábalos? Nos queda lo de la «furgo». Para reirnos. Como si esto fuera una «peli», que de verdad que lo parece.