2014. Primera intervención de Pedro Sánchez en El Hormiguero. Buen rollo. Invitado y presentador, igualitos, con camisa blanca. Era el nuevo chico de Ferraz, recién elegido secretario general, recién recibido el apoyo «pleno, total y convencido» de Rodríguez Zapatero. «¿Qué es lo que te da miedo?», le preguntó Motos, quien entonces le tuteaba. «Perder el pulso de la calle, claramente».
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2023. Pedro Sánchez volvió a El Hormiguero. El veto fue de 7 años. Motos le invitaba y él, que no. Se debe ver ahora mal. Desvela The Objetive que le acompañaron 90 agentes y 8 coches de asesores. Dicen en el programa que nunca antes habían visto un despliegue igual y que sí, que los presidentes necesitan seguridad, pero que con 35 suele bastar.
Vuelta atrás. 2015. Tan contenta Ana Rosa con su camiseta de baloncesto. Lo bien que encesta Pedro Sánchez. Menudo tiro. Y cómo conduce, con la mano izquierda solo. Apuntaba ya maneras. Salió el amigo Iñaqui, tan amigo que llamó Pedrín a Pedro. Y Pedrín, que para nosotros ya era Pedro, dice que menuda pena de talento alejado de nuestras fronteras. Unos años después Pedro, ya presidente, se inventó un departamento y nombró a Iñaqui su director general. Porque yo lo valgo. Desde el pasado febrero es ya secretario general de Vivienda. Y puede llegar a más si no lo impide Feijóo.
Mismo año. 2015. Segunda entrevista de Sánchez en El Hormiguero. Buen rollo también. Acude con americana y camisa, como el Feijóo del otro día, y pulserita roja en la mano izquierda. En 2016, de nuevo allí y con la pulsera PSOE en el mismo sitio. Fue cuando dijo aquello de que no le dejaría a Pablo Iglesias las llaves de su casa y que elegiría a Merkel para sujetarle la cuerda si hacía puenting, porque le parecía una mujer de palabra y eso lo valoraba. Vaya que sí. En 2023 ha cambiado la pulsera del PSOE por la arcoiris y la lleva en la mano derecha. Del PSOE no se sabe lo que queda porque se divide entre los que dicen que Sánchez miente y los que defienden, como él, que no, que solo cambia de opinión. No a Bildu que fue sí; no a Podemos, que también; no al indulto, que tres cuartos de lo mismo. Pero tranquilos que es por el bien de España, para que convivamos en paz y amor.
En las tres entrevistas primeras, Motos trataba a Sánchez de tú. En la cuarta, de usted. En la última, pocos juegos. Se vio a un Sánchez avasallador, muy pegado a Motos, grande, demasiado, incómodo hasta para el espectador, pesadote... pero dominador de la escena porque menudas tablas cogió durante el confinamiento con aquellos «aló presidente» interminables. Entre la penúltima y la última aparición hubo vetos del presidente a todos los medios menos a unos, ese 10% que él dice que le gustan, que no son derecha mediática. Decidió hasta quién preguntaba tras los consejos de ministros, no invitó a medios de comunicación a viajes y anunció un Ministerio de la verdad para vetar. Está en el cajón de Bolaños. Ahora parece el aspirante que quiere derrotar al presidente Feijóo. Y quiere estar en todos los programas y lo mismo le da El Hormiguero o Ana Rosa que el podcast de «La Pija y la Quinqui». Y encima insulta y llama derecha mediática al que le invita. Y le acogen.
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Y tanta cortesía nos ha privado a los demás de una entrevista de Pedro Sánchez a Pedro Sánchez en su deliciosa tele de Ferraz. «Pedro, ¿nos miente?», «Pero, Pedro, por favor, me alegra que me hagas esa pregunta. ¿Tengo cara de mentir?»
Ahora sigue de ruta, de plasma en plasma, justo donde decía que se ocultaba Rajoy. Hace tiempo que perdió el pulso de la calle. A lo mejor desde agosto de 2021. En Calvarrasa de Abajo. Ese vecino que le suelta «¿es usted Pedro Sánchez? ¿el mentiroso?». Y así se quedó.
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