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La pregunta podría ser qué pasaría si a Jéssica, la estudiante con «relación particular» con Ábalos, le diera por acudir a una manifestación del 8-M. No de morena, como cuando declaró. Que fuera como la rubia del catálogo de prostitutas que dicen que guardaba Koldo en su teléfono móvil. No se sabe si irá, pero vaya.
Por una parte ves que es mujer. Es su sitio. Pero es que, además, es una manifestación muy abierta. Se espera a mujeres feministas de pancarta y batucada; a aquellas que simpatizan con la lucha pero no les va la pañoleta morada; también a hombres «dispuestos a evitar que el veneno del machismo tóxico se cuele por la ventana del resentimiento». A ellos les ha invitado Pedro Sánchez. Que esto podría ser como las águedas, que por el 8-M hablara María Jesús Montero y no él. Pero no.
Se espera a mujeres biológicas. A mujeres que lo son porque se sienten mujeres (el ChatGPT dice que, ante la duda, mejor preguntarles si lo son o no). A mujeres por expresión de género, que viene a ser que si van vestidas como mujer, se comportan como mujer... son mujer. Y uno de los fijos era Errejón y otro, menos fijo pero que iba, Monedero. Pero no parece que Jéssica se los encuentre.
Si ha llegado a esa conclusión, la de ir, tendría que decidir a qué manifestación. En ciudades como Salamanca es sencillo: a la que hay. En Madrid, tendría que elegir si se pone detrás de la pancarta «Feministas antirracistas, ¡a las calles! Nos va la vida en ello». O acompaña la de «Mujeres en lucha contra el machismo global». Y cada lema tiene su aquel. Entre Trans y Terf.
Tomada la decisión, está lo de las pancartas. Este año no se ve a Irene Montero, Ione Belarra o a Yolanda Díaz, con el «Hermana. Yo sí te creo». Ni con el «tranquila, hermana. ¡Aquí está tu manada!». Pero nunca se sabe. Yolanda Díaz a lo mejor elige «no me felicites, mejor no me acoses». O el éxito, «no me llames guapa».
Está la pancarta de «déjame ser otra cosa que no sea tu cuerpo». Y podría ser, porque contó Jéssica en el juicio que pensaba que el «señor Ábalos» pagaba sus gastos, como «casi todo». Y que el entonces ministro no iba a dejar a su mujer.
Superada la elección de manifestación y la pancarta, llegarán después tiquismiquis que dirán que Jéssica no es precisamente un modelo de mujer. Que cobraba sin ir a trabajar en dos empresas públicas de los ministerios de Puente y Planas. Pero tampoco son manifestaciones exclusivas para claras campoamor. De hecho, a Broncano le regalaron un delantal y la pregunta es si el próximo 8-M le tocará fregona u olla, símbolos, al parecer, tan de mujer.
Pero el lío grande para Jéssica está en que la prostitución separa a la causa. La Comisión 8M, la clásica, contempla su regulación. La del Movimiento Feminista es abolicionista. Ahí Jéssica lo tiene más así porque irán también contra el «sugar daddy», que viene a ser la relación entre una persona mayor, con dinero, y una más joven a la que le hace regalos, experiencias de lujo o a lo mejor le consigue trabajos en los que cobras sin ir.
La ministra de Igualdad irá a las dos. Que no quiere ser Carmen Calvo. Y no quiere decidir entre «queer» y «abolicionista». Y Jéssica, pues ya se verá. Todo es posible. Que a Ábalos en público le daba asco la prostitución y en privado era «papito».
Ahora se conoce que Ábalos se casó tres veces y luego estaban Jéssica, Claudia...Y en esta sociedad, con lo anterior, sigue escuchándose lo de ¡vaya fenómeno! Y de Jéssica, pues lo del catálogo. Por eso está bien que el 8-M se celebre, no se olvide, esté ahí. Contra el aumento de agresiones o por los alarmantes datos de mujeres asesinadas. Y por la mujer. Pero lees lo anterior y qué pereza.
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