La mujeres caemos a menudo rendidas ante los chicos malos. No todas. Dicen los psicólogos que especialmente las que padecen de baja autoestima son las que se sienten más atraídas por hombres inestables, agresivos y narcisistas. Que la anomalía tiene que ver con su necesidad de protección y que esa es la causa de que, en igualdad de condiciones, dejen de lado a un chico serio, bienintencionado y respetuoso, que les ofrece un proyecto de vida tranquila y próspera, para babear por algún desaliñado que lo que ofrece, fundamentalmente, es falta de compromiso, el asiento de atrás de la moto y una buena dosis de incertidumbre. Y los resultados suelen ser fatales. Esto es lo que vamos a ver hoy en el Congreso de los Diputados.
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Se presentó ayer Feijóo, el yerno perfecto de la Democracia, con un discurso pleno de sentido de estado, orientado a futuro y preñado de propuestas y propuestas y propuestas, al que se pueden hacer críticas, naturalmente, pero ninguna recriminación a su sosiego y a su carácter constructivo. Feijóo hizo, en definitiva, un discurso para enmarcar. Pero el que será hoy votado es el malo malote, el socio de los delincuentes y tan chulo que no gasta gota de saliva con quienes se sitúan al otro lado de la línea de la lealtad institucional.
Yo, que voto en Castilla y León, tuve que buscar en Google al tal Óscar Puente, que me sonaba pero que no terminaba yo de..., y que en las antípodas del hombre de Estado, salió en plan macarra, tan faltón como pudo y sin valorar las propuestas o debatir su contenido, sino disparando con metralleta, en plan gangster, la larga lista de amonestaciones que a su juicio merece el pasado del Partido Popular.
Al más rancio estilo del «y tú más« y metiendo el dedo en todas y cada una de las llagas de los traumas de la democracia española, para tender la consabida cortina de humo emocional y sin mencionar, claro está, lo que realmente se está votando hoy en el Congreso: una ley de amnistía, un referéndum de independencia y una reforma de la Constitución, con los que dudo seriamente que el propio Óscar Puente esté de acuerdo o sea capaz de respaldar expresamente y en público en Valladolid.
No daba la talla como Avatar de Sánchez, que por cierto permaneció, cobarde, arrebujado en el escaño, con sonrisa acartonada y escoltado por Nadia Calviño, en su último y espúreo servicio a cambio del que recibir el lucrativo cargo europeo. La escena no requería traductores, sino mucho estómago. Hoy será votado el chico malo y la Constitución quedará triste, como la fea que se queda sola en el baile. Pero la legislatura de Sánchez no será un paseo y, como dice el refrán, la suerte de la fea, la guapa la desea.
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