En estos momentos de sainete político esperpéntico que recuerda a El ruedo ibérico, embutidos los medios de comunicación, día sí, día también, de dimes y diretes de acusaciones y desmentidos con aura de corruptela que avanzan inmisericordes implicando a más y más, queda patente lo traumático que es para algunos dejar el sillón. Viendo a Ábalos hacer contorsionismos para justificar su permanencia en el escaño en una supuesta necesidad de defender su inocencia mientras sus antaño compañeros lo dejan a los pies de los caballos, en lugar de espetarles un ofendido «pues ahí os quedáis», vienen a la mente muchos más congéneres del transfuguismo, saltimbanquis que permanecen atornillados en la placentera silla por el encantamiento de la remuneración, el poder, las influencias o los aforamientos, a veces hasta retorciendo argumentos para tratar de convencer a la ciudadanía de que con camiseta de un color eran de un modo y mudándola, se han convertido de la noche a la mañana en seres distintos, rebeldes contra un sistema que ahora tildan públicamente de injusto, pero del que ellos hace dos días eran piedra angular.
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Las novedades informativas de incoherencias y conductas reprobables se suceden a ritmo vertiginoso hasta embotar la percepción de los ciudadanos de a pie. Ante esta imagen deplorable, imposible sorprenderse de la desafección política generalizada, de la desvinculación de la cosa pública, del todos-son-iguales, y de que mayoritariamente los jóvenes no vean atractivo ese campo.
Por eso en la política es tan importante tener dónde volver. Dedicar unos años al bien común y, terminados estos, poder reincorporarse con naturalidad a la trayectoria profesional de cada uno, lo que no tensiona la capacidad de resistir en la cuerda floja, como ocurre cuando después de la política solo queda incertidumbre laboral. He tenido la oportunidad de conocer de cerca al bejarano Jesús Caldera, miembro del Congreso de los Diputados por la provincia de Salamanca en las Legislaturas de la II a la X, más de 33 años ininterrumpidos, ocupando además los cargos de portavoz y ministro de Trabajo y Asuntos Sociales. Pero, al ser funcionario de Administración pública, habiendo tomado posesión en su día como habilitado nacional, y concluida su trayectoria política en diciembre de 2015, a principios de 2016 volvió a su puesto de secretario general del Ayuntamiento de Ávila. Lo hizo con humildad y profesionalidad. «Hay un tiempo para cada cosa», dice el Eclesiastés.
Cada uno sabrá a quién prefiere parecerse.
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