Servicio, dignidad, entrega y lealtad

Pocas instituciones pueden enorgullecerse tanto de contar con el cariño y el reconocimiento ciudadano como la Policía Nacional, que año tras año cosecha una óptima valoración en el barómetro del CIS. Sus 200 años de existencia que se cumplen el 13 de enero han forjado un cuerpo policial moderno y bien formado que ha sabido adaptarse con maestría a las transformaciones sociales a pesar de ser el más antiguo de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad de ámbito estatal en nuestro país.

Ese apoyo popular se refrendó en la unanimidad conseguida en 2016 entre los grupos políticos del Ayuntamiento salmantino para distinguir a la Comisaría Provincial del Cuerpo Nacional de Policía en Salamanca con la Medalla de Oro de la Ciudad. En idéntica sintonía, el pasado 23 de agosto eran los portavoces de la Diputación de Salamanca quienes acordaban de cara al primer pleno provincial del nuevo curso político elevar la propuesta de otorgar la Medalla de Oro de la Provincia a la Policía Nacional de Salamanca, que concretaban en las Comisarías de Salamanca y Béjar y la Unidad de Extranjería de Fuentes de Oñoro.

Debo confesar que echo en falta un cuarto componente en esta honorable lista: la Escuela Nacional de Policía. Cierto es que no se ubica geográficamente en la provincia de Salamanca sino en la ciudad de Ávila, pero la Universidad de Salamanca lleva allí más de tres décadas como el referente en la formación de la Policía Nacional, con una vinculación de compromiso inquebrantable. Y se cumple ahora justo un año de la conversión de la Escuela de Policía en Centro Adscrito a la Universidad de Salamanca, culminando un anhelo largamente trabajado por el Estudio, lo que abre las puertas a múltiples vías más de colaboración entre ambas instituciones. Numerosos profesores de la Universidad tras muchos años de servicio en la Escuela hemos recibido la Cruz al Mérito Policial. Por todo ello y mucho más sería de justicia incluir a la Escuela de Policía en el reconocimiento de la Medalla de Oro de la Provincia de Salamanca para que no sea la gran ausente.

Me uno a la felicitación general por esta concesión, hondamente merecida. Llevo la mitad de mi vida impartiendo clase a los inspectores alumnos de la Policía Nacional y soy testigo diario de su puesta en acción de los valores que reciben en una inscripción a quien franquea la puerta de entrada de la Escuela Nacional de Policía en Ávila: servicio, dignidad, entrega y lealtad. Lo hacen en la pared contigua a aquella en la que luce el escudo de la ocho veces centenaria Universidad de Salamanca.