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El privilegiado escaparate gastronómico que anualmente proporciona Madrid Fusión permite a la restauración salmantina sacar músculo y demostrar a propios y extraños que el sol charro, cual artesano, no solo hace relucir sus preciosos monumentos dorados, sino que además refleja su efecto beneficioso sobre los exquisitos productos locales que se degustan a la mesa.
Salamanca se asocia desde tiempo inmemorial a saberes, y entre ellos, cada vez más pujante, el potencial culinario descubre posibilidades sin límites. Magnífica materia prima, elaboraciones seculares de platos autóctonos con arraigada aura de celebridad, profesionales con talento, entusiasmo y esfuerzo, que aúnan inteligentemente tradición e innovación, y el apoyo convencido, institucional y popular, suponen una combinación imbatible a la hora de hacerse un nombre prestigioso en ese salón gourmet.
Estos días una docena de restaurantes salmantinos dejan muy alto el pabellón de la patria chica en la presente edición de Madrid Fusión celebrada en IFEMA. Año tras año se recogen excelentes frutos de un trabajo bien hecho. No solo es Salamanca para comérsela: es para disfrutar de una completa experiencia sensorial donde cada mínimo detalle ha sido cuidado con esmero, sin dejar nada a la improvisación: bella imagen, aromas irresistibles, sabores y tactos de altísima calidad. Una exhibición rezumante de creatividad, maridaje entre ancestralidad y vanguardia. Una demostración de solvencia y poderío que deja muy buen sabor de boca y ganas de más. Un recurso en el que radica parte del mérito del reseñable aumento de visitas y pernoctaciones obtenido por Salamanca. ¿Quién es inmune a salivar con solo oír mencionar y representarse en la imaginación delicias salmantinas como hornazo, embutidos, legumbres, quesos, vinos…?
Nuestra historia, cultura e identidad, tanto individuales como colectivas, residen también en la cocina, un legado hondamente asentado en los recuerdos más imborrables de la infancia, recibido de las generaciones anteriores y cuyo testigo debemos pasar a las siguientes. Un patrimonio del que enorgullecerse, que es nuestra propia responsabilidad investigar para conocer, recuperar, preservar y difundir, y de este modo fortalecer e incrementar, plenamente conscientes de sus importantes ramificaciones en salud, economía o turismo. Sobradamente lo sabe y pone en práctica la Academia Castellana y Leonesa de Gastronomía y Alimentación, en su década de existencia. Un gran camino por delante que, como todos, se anda mejor con pan y vino.
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