Recientemente hemos disfrutado en el Museo del Grabado de Santa Marta de Tormes la deliciosa exposición «Bajo pluma de mujer», que lleva recorriendo con éxito desde 2019 distintas poblaciones de Castilla y León, auspiciada por el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua y la ... Casa Museo Unamuno, con el patrocinio de los ayuntamientos y diputaciones respectivas.

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El inspirador proyecto vio la luz a partir de una investigación de la Universidad de Salamanca y la Casa Unamuno, cuyo importantísimo fondo documental incorpora cartas que el emblemático rector recibió de unas 600 mujeres en su vida. Ese acervo epistolar proporciona un genuino testimonio de la existencia cotidiana femenina en el primer tercio del siglo pasado. Textos cuyas autoras brillaron en el mundo cultural, como Emilia Pardo Bazán, Margarita Xirgu, Carmen Conde o Gabriela Mistral; pero también otros procedentes de mujeres anónimas, desde amas de casa hasta maestras o religiosas. En sus líneas, solicitaban a Unamuno opinión y consejo, le trasladaban inquietudes o propuestas, y en algunos lacerantes casos rogaban su intercesión ante una injusticia, como Enriqueta Carbonell, esposa del pastor protestante Atilano Coco, rescatada del olvido por la película de Alejandro Amenábar Mientras dure la guerra.

La exposición muestra también el fin de un ciclo, la desaparición de una época. Las cartas entre personajes pasados de nuestra historia o intelectualidad son ahora una rareza que hay que explicar a los jóvenes. Ese recurso, que permitía un desarrollo demorado de ideas y hurtaba los debates y diálogos a las mudanzas de la memoria, ha quedado hoy enterrado bajo montañas de WhatsApps, posts y me gustas, y lo efímero de una comunicación masiva e inmediata, nacida para desvanecerse.

El epistolar es un género herido de muerte, en franco retroceso. ¿Cuántas colecciones de cartas de un personaje relevante actual quedarán para la posteridad? Su peligro de extinción podía atisbarse por los más avezados tras la llegada del teléfono, pero el golpe de gracia se lo ha dado el advenimiento de los avances tecnológicos. Los correos electrónicos han ocultado la caligrafía, que permitía estudiar la personalidad del escritor. Esos emails, sucedáneos de las cartas, desafían la voluntad de permanencia de estas: no suelen conservarse por la propia obsolescencia de los ordenadores y mucho menos acaban convertidos en papel.

Antes de imprimir este correo piense en el medio ambiente, nos dicen. O también piense en el fondo epistolar que dejar a las generaciones futuras, podemos añadir.

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