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Tres partidos localistas aspiraban en Castilla y León a un escaño del Parlamento nacional el 23J: Soria ¡Ya!, UPL y Por Ávila. Los tres con representación en sus territorios y 7 procuradores autonómicos. Ninguno ha conseguido el ansiado sillón. Sus comparecencias se parapetan en paños calientes de haber mejorado resultados pero sus caras largas delatan decepción y perplejidad.
Los partidos localistas apelan a la emoción. Denuncian abandono institucional, promesas incumplidas, agravios comparativos territoriales, deuda histórica, inferioridad en comunicaciones, servicios, inversiones, oportunidades para jóvenes. ¿Qué votante no estaría de acuerdo con reivindicar eso? Su caladero abarca todo el espectro político; tiran de cierto marchamo de plataforma transversal. Se presentan como antagonistas a los grandes partidos nacionales, y la paradoja de que algunos de sus representantes destacados provengan de aquellos y solo «vieran la luz» al ser privados de silla por el partido al que hasta entonces apoyaban, no parece restarles el brillo y la carta blanca de recién llegados.
La lucha contra la despoblación, que enarbolan de bandera, los aproxima a la Federación España Vaciada, que concurrió el domingo en seis provincias de nuestra Comunidad, entre ellas Salamanca, sin obtener tampoco escaño. Pintan bastos: el pionero Teruel Existe ha quedado fuera del hemiciclo.
La estrategia de marketing de «la mancha de aceite» comienza penetrando profundamente en una zona minoritaria, con el propósito de irse extendiendo. Ésta era para los partidos localistas la prueba del algodón, de palpar hasta dónde había logrado permear su sustancia oleaginosa. Consiguiendo un diputado nacional, confiaban en la baza de que carambolas numéricas concedieran prevalencia a su voto. Su intención declarada era emular el proceder catalán y vasco, vender caros sus síes en la investidura y en leyes clave, en función de lo obtenido a cambio para su patria chica, sin presentar ningún proyecto preconcebido sobre la grande: el mundo solo interesa hasta donde alcanzan los límites de la provincia.
Su voto líquido puede decantarse hacia cualquier posición donde resida el mejor postor en los partidos grandes. Sí a un referéndum de autodeterminación, a la reforma laboral o tributaria o a la ley educativa a cambio del AVE, eliminar un peaje o construir una autovía. El fin justifica los medios. Pero el 23J ha dejado a las claras que este aceite no logra engrasar su maquinaria electoral nacional, donde continúan en la irrelevancia. La sospecha es que han tocado techo.
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