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La reciente información de que la mala cosecha ha desabastecido a los establecimientos de la magnífica lenteja de La Armuña no solo es una pésima noticia en un momento del año de gran consumo del producto: también apela a las propias emociones, unidas a los recuerdos de infancia.
«Si tienes pan y lentejas, ¿de qué te quejas?», dice un dicho proveniente de otras épocas, cuando las lentejas eran elemento inexcusable de todas las mesas y reinaban en la dieta. Al alcance del poder adquisitivo más humilde y provistas de alto valor nutricional, las lentejas, nunca pasadas de moda, han sido presencia constante en la cocina tradicional, casera y sana, y en los menús del día de hostelería, colegios y cuarteles; un alimento que dio de comer a un país entero en momentos de escasez.
«Lentejas, comida de viejas», asociadas a imágenes en blanco y negro de la memoria colectiva impresa a fuego: escogidas con meticulosidad por abuelas de mandil sobre mesas con hule, puestas a remojo por la noche y elaboradas con mimo en grandes pucheros.
Una legumbre de ingesta ancestral, que ocupa un sitio por derecho propio entre las referencias de nuestra cultura. Por citar dos ejemplos conocidos, en el libro bíblico del Génesis, Esaú vende su primogenitura a su hermano Jacob por un plato de lentejas; y en el capítulo inicial del Quijote cervantino se informa de que Alonso Quijano come lentejas los viernes, lo que permite sobreentender que guarda fielmente la vigilia o abstinencia de la carne que prescribe la Iglesia Católica.
Y dentro de ese contexto, la comarca salmantina de La Armuña cultiva una variedad de esta leguminosa dotada de tal calidad, que ha merecido contar con una Indicación Geográfica Protegida. Deliciosa, de piel fina y textura mantecosa, rebosante de proteínas, aminoácidos esenciales, fibra, hierro, calcio, hidratos de carbono, minerales, vitaminas y antioxidantes. No solo eran comida de viejas por los aspectos de la costumbre inveterada y la buena administración doméstica; también sus propiedades auspiciaban la longevidad.
«Estas son lentejas, si quieres las comes, y si no, las dejas». El escenario que nunca contempló el proverbio es desearlas y no tenerlas, como este año han motivado lluvias, pedrisco y hongos. Entre mis deseos para 2024, me atrevo a incluir que la climatología sea propicia y contemos con una gran campaña de lenteja de La Armuña. Que se introduzcan cambios en la nueva PAC para potenciar su producción. Y que todos valoremos este preciado y beneficioso producto. Feliz Año Nuevo, queridos lectores.
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