Acaba de anunciarse la fecha de celebración del próximo Fin de Año Universitario en Salamanca, un esperado evento que ha ido consolidando su popularidad en sus dos décadas largas de trayectoria: desde su nacimiento como una simpática idea de un reducido grupo de estudiantes para despedirse de sus amigos antes de volver a sus casas por Navidad, hasta congregar actualmente más de 20.000 asistentes, generar un volumen de negocio en la ciudad cercano a 600.000 euros y hacerse un hueco en las franjas de máxima audiencia de los medios de comunicación nacionales, que siempre difunden imágenes de una iluminada Plaza Mayor abarrotada de jóvenes, muchos venidos en buses de diversos puntos de España y hasta de Portugal, tomando la docena de gominolas de la suerte (no uvas aquí) al compás de las campanadas del reloj bajo el que tantas veces nos hemos citado.

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Y no es una fecha cualquiera esta vez la que acogerá el evento, caprichos del calendario en el penúltimo jueves lectivo. Será el 14 de diciembre, en que se conmemora la festividad de San Juan de la Cruz, nacido Juan de Yepes, quien fuera alumno del Estudio salmantino de 1564 a 1568 cuando llevaba el nombre en religión de fray Juan de Santo Matía, y que realizó los tres cursos preceptivos para bachillerarse en Artes y un año de Teología sin concluir los estudios. Pero le estaba reservado alcanzar posteriormente un doble Doctorado: el de la Iglesia Universal en 1926 y el Honoris Causa de la propia Universidad de Salamanca en 1991.

Pocos conceptos casan peor que Juan de la Cruz y la Nochevieja Universitaria. Ascetismo, mortificación y espiritualidad frente a epicureísmo, exuberancia y carpe diem. Un auténtico abismo cultural entre la soledad y la aglomeración, el sacrificio y la macrofiesta, el silencio y la algarabía, que semeja irreconciliable. El Premio Cervantes José Hierro ya en 1964 convirtió en poema la contraposición de Juan de la Cruz y el mundo moderno recogiendo la antítesis desde el mismo título, un chocante «Yepes cocktail»: «Juan de la Cruz, dime si merecía / la pena padecer con fuego y sombra, / beber los zumos de la pesadumbre, / batir la carne contra el yunque, Juan / de Yepes, para esto...». No en vano desde 1952 Juan de la Cruz es el santo patrono de los poetas en lengua española y José Hierro se cuestiona la vigencia de un modelo y un modo de vida que parecería definitivamente alienado del presente.

Salamanca, mientras, se prepara para un acontecimiento lúdico de impacto y de escaparate, apariencias y promoción mediática. Primum vivere, deinde philosophari.

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