El cierre de una tienda de toda la vida apela a nuestros recuerdos imborrables, participa de la sensación de orfandad de desmantelar la casa de los abuelos o conocer la desaparición de un amigo de infancia. Es la constatación del implacable paso del tiempo y la inquebrantable sucesión de los ciclos, la vida jugando al escondite inglés para que uno, al mirar, perciba de golpe lo mucho que ha avanzado. Y trae consigo la reflexión del comprometido rumbo del comercio tradicional, amenazado por el imparable internet y la implantación creciente de grandes franquicias.
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La clausura por jubilación en los próximos meses de Ara Moda es ejemplo paradigmático de lo anterior, un jarro de agua fría a la memoria, tanto la personal de muchos salmantinos y quienes nos allegábamos hasta allí desde provincias limítrofes, como la colectiva intrahistórica de la ciudad.
La vida de su fundador, Ramón García Santana, proporcionaría abundante material para un emocionante guion cinematográfico: hecho a sí mismo desde una familia humilde, oriunda de Peñaranda de Bracamonte -como peñarandinos eran los Sánchez Ruipérez propietarios de la añorada librería Cervantes-, emigró a Cuba y a su regreso se casó con Bernardina Martín, naciéndoles tres hijos, Ramón, Luis y Araceli. El segundo moriría con solo 8 años en la trágica explosión del polvorín de Peñaranda en 1939, y la esposa falleció al año siguiente, dando a luz.
Ramón García Santana, hombre de temple y gran capacidad de trabajo, capeó con valor y entereza los duros giros del destino, y el 2 de enero de 1941 lograba la apertura oficial de su primer establecimiento en Salamanca, llamado Tejidos ARA como homenaje a su hija Araceli, en el bajo alquilado de Pozo Amarillo, 18, al que seguiría en 1943 Almacenes El Barato (Almacenes ARA desde 1947) en un local propio de Pozo Amarillo, 7, donde levantó un nuevo edificio en 1960, contando ya la plantilla por decenas.
En los años 70 el negocio se amplía en Tapicerías ARA, con decoración y hogar en Correhuela, 4 y venta al mayor en plaza de la Reina, 16. En 1978, ambos pasan a su hijo Ramón cuando se produce el relevo generacional, mientras que Araceli, su marido Fernando Angoso y sus hijos Fernando, Josele y Luis, quedan al frente de las tiendas de Pozo Amarillo, que en 1989, tras una importante obra, se despojan del «Almacenes» del nombre.
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Algunos locales mencionados fueron cerrando en las últimas décadas, y la jubilación de José Ángel Angoso a principios de 2025 bajará la persiana del corazón de la empresa, cerrando también un compartimento del nuestro.
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