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LEYENDAS URBANAS

Héroes de hoy

Encararon la muerte con una dignidad y una fortaleza que a pesar de su sencillez tiene halo de extraordinarios

Martes, 1 de agosto 2023, 05:30

Redes sociales y medios de comunicación han permitido en los últimos tiempos que historias humanas profundamente conmovedoras, las viviéramos con tal familiaridad y cercanía emocional, que han quedado incorporadas para siempre a nuestra biografía personal. Nombres de hondo recuerdo como los de Pablo Ráez, Pau Donés o Elena Huelva, compartieron públicamente, con sonrisa inquebrantable, experiencias de lucha titánica contra enfermedades absurdamente crueles, que no les correspondía haber arrastrado a edad tan prematura. ¡Como si existiera la justicia poética en la vida real!

Ante una encrucijada vital demasiado dolorosa para siquiera imaginarla, eligieron implicarnos, aprovechar la enseñanza que podía aportar su resiliencia para valorar el inmenso regalo que es la salud y cada día de estar vivos. Encararon la muerte con una dignidad y una fortaleza que a pesar de su sencillez tiene halo de extraordinario. Se volcaron ese tiempo final en su familia y amigos, en dejar su testimonio en palabras o música, en concienciar sobre la donación de médula o captar fondos para investigación. Grandes, positivos, rezumando vida con plenitud desde un cuerpo demacrado, se convirtieron en símbolos sin pretenderlo. Sus lemas como «Siempre fuerte» o «Mis ganas ganan» fueron replicados cientos de miles de veces, en un eco aún no apagado.

El más reciente de estos héroes es salmantino, Pablo Alonso Hidalgo. Falleció hace pocos días, con 21 años, en el Convento de San Andrés, pues acababa de realizar su sueño de profesar como carmelita, con el nombre de religión de fray Pablo María de la Cruz. Llevaba enfermo desde los 16, con sarcoma de Ewing. Pidió un funeral con flores y canciones, sin negros lutos, insistiendo en «un escáner de sonrisas» en la puerta para restringir el acceso a la tristeza. «La vida es vida si se celebra», dijo. En su caso, sus alas se las dio la fe. Un testigo presencial reconoció: «Me contagia las ganas de ser mejor».

Fueron vidas cronológicamente breves pero de enorme intensidad, inspiradoras de miles de personas. En una sociedad que ensalza apariencias superficiales y placeres efímeros, su modelo fue el de la trascendencia de las cosas simples y la autenticidad de los pequeños momentos.

No pronunciaron palabras de reproche. Su mensaje fue de optimismo vital. Aferrados a una esperanza luminosa y cálida, acogedora para ellos y quienes los rodearon, fueron una lección de vida en sí mismos. Dejan un legado imborrable, necesario de hurtar al olvido para que no haya sido en vano. Merecen que lo mantengamos vivo entre todos.

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