No es el nombre de un grupo de música indie ni el título de una película del género B, en consonancia con la extendida fama de la cucaracha de ser la única criatura capaz de sobrevivir a un holocausto nuclear, lo que ojalá nunca podamos comprobar. En Salamanca, igual que en muchos lugares, se está detectando recientemente un incremento de las cucarachas que presentan mutaciones genéticas, que a través de ellas han desarrollado resistencias a las sustancias más comúnmente utilizadas en su erradicación, al contrario de otros tipos de insectos que, según los entomólogos, están desapareciendo por el uso de productos químicos.

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El cambio climático con el aumento de las temperaturas medias y la fuerte movilidad en un mundo cada vez más globalizado, proporcionan un perfecto caldo de cultivo para que este fenómeno, que inicialmente se observaba en el sur de nuestro país, haya ido colonizando progresivamente el norte y llegado a nuestra provincia. En especial, el caso de las conocidas como «cucarachas alemanas», que pueden causar problemas de asma, alergias o enfermedades alimentarias. Y la «tropicalización» mundial alarga sus temporadas de reproducción.

Al leer la noticia, no he podido por menos que asociarla mentalmente con Gregorio Samsa, el personaje de La metamorfosis de Kafka que despertaba una mañana tan mutado, que semejaba un «monstruoso insecto». El autor checo se cuidó mucho de no definir taxativamente de qué especie concreta, pero el imaginario popular lo ha consagrado como un escarabajo o una cucaracha. Esta, ligada para el común de los mortales a connotaciones de fealdad, suciedad y asco. En parte, por sus asombrosas dotes de adaptación y permanencia, como su capacidad de continuar viviendo varios días incluso privada de cabeza.

Las mutaciones de estos insectos complican la contención de sus plagas, de la misma manera que el uso excesivamente generoso de antibióticos a nivel universal genera resistencias bacterianas. Un artículo publicado en 2019 en la prestigiosa revista Nature demostró que la cucaracha solo necesita dos generaciones (que, en su caso, suponen nada más que un año) para hacerse inmune a un pesticida.

Más allá de cualquier alarmismo, estamos ante un reto tanto para las Administraciones y entidades como para los ciudadanos, que exige dedicar más recursos de prevención y control, recurrir a profesionales e incrementar la higiene en ambientes públicos y domésticos. La cucaracha de la canción de tiempos pasados no podría caminar, pero las de los actuales se las han arreglado para hacerlo, y de qué modo.

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