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LEYENDAS URBANAS

Cuán largo me lo fiáis

El peaje de la AP-6 lleva instaurado tantos años que quienes recuerdan su implantación pueden contárselo a sus nietos

Martes, 23 de enero 2024, 05:30

Los 1 de enero reciben al contribuyente con las consuetudinarias subidas de impuestos, que producen el mejor efecto de sobriedad ante la más pertinaz resaca nochevejera. Este año, para no perder la costumbre de indignarnos cada doce meses, el Gobierno ha otorgado a las concesionarias de las autopistas de titularidad estatal, a nuestra costa, el pellizco de incremento del 5,07% para el peaje de la AP-6 (Adanero – Villalba) y adyacentes como la AP-51 (Villacastín-Ávila), que unen Salamanca con Madrid, esenciales en nuestro pobre contexto de comunicaciones ferroviarias.

Poco sirve provenir de una época del año de paz y amor institucionalizados. Llegar a las cabinas del peaje al alborear enero y toparse con el aumento así, sin anestesia, es suficiente para dar un vuelco a los propósitos de mantener impecables las coronarias en el Año Nuevo. La reflexión de que somos de los pocos españoles cuya zona aún conserva autopistas de peaje tampoco ayuda. ¿Dónde está la igualdad constitucional, una vez más? Desde 2018 asistimos como convidados de piedra a los rescates de vías de pago en diversas CCAA, que liberadas del lastre por el Gobierno logran ser más competitivas y atractivas para la instalación de empresas, aparte de evitar problemas de seguridad y colapso de las carreteras alternativas por las que muchos optan para evitar abonar el ticket. El peaje de la AP-6 lleva instaurado tantos años, que quienes tienen edad de recordar su implantación pueden contárselo a sus nietos. La autopista ya ha sido generosamente amortizada. El Consejo de Ministros acordó en 2020 finalizar la concesión el 19 de noviembre de 2029. Una fecha descorazonadora, pues tras la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que redujo el plazo concesional siete años, podría haber sido menor de tomarse una referencia temporal más cercana dentro de la horquilla sobre la que operar la reducción.

Pero como quien no se consuela es porque no quiere, el ministro de Transportes, Sr. Puente (cuyo apellido hasta ahora es lo más acertado de su elección), ha declarado estar ya trabajando en el escenario que se abrirá cuando «previsiblemente» (¡ay, qué peligro de término!) se suprima el peaje en 2029, y ha comenzado a planificar la liberalización encargando un diagnóstico de su impacto. Me recuerda la letra de la canción de Serrat «Algo personal»: «un marco previo que garantice unas premisas mínimas que faciliten crear los resortes que impulsen un punto de partida». Blablablá, cuán largo me lo fiáis. Mientras tanto los paganos, los mendas. Como siempre.

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