En los albores de la posguerra, cuando los roles de género dominaban el universo lúdico, muy pocas niñas españolas podían permitirse una muñeca Mariquita Pérez, pero ésta se hacía dueña y señora de los deseos de todas. De prohibitivo precio e irresistible atractivo, las pequeñas soñadoras anhelaban en vano que los Reyes Magos no pasasen de largo las puertas más humildes. Y es que sobre el fondo gris del estraperlo y las cartillas de racionamiento, Mariquita Pérez, con nombre castizamente español y producción genuinamente nacional, se abría un paso multicolor entre las estrecheces de la autarquía y se consagraba como icono de una época.

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Muchos no lo vivimos de primera mano, pero el eco de ese deseo coral irrealizado que marcó a toda una generación nos ha tocado el corazón en forma de recuerdo nostálgico de madres y abuelas, que nos lo contaban con tal emoción que podíamos palpar el halo de los amores imposibles, los que siempre inspiran las mejores novelas. Vetada por su alto coste esa muñeca de guardarropa rebosante a quienes tenían el propio ralo, solo les restaba consolarse con recortables de papel (también denominados mariquitas), combinando atuendos que superponer en figuritas doblando unas endebles pestañas, mientras tarareaban la melodía de la muñeca vestida de azul.

Más afortunada que el común de los mortales, Mariquita Pérez, de cartón piedra y ojos de cristal, se mimetizaba con las niñas de carne y hueso y vestía como las más acomodadas, rezumando abundancia de indumentarias y complementos, pronto acompañada por su hermanito, el muñeco Juanín. Otras muñecas del momento, como Gisela, no lograron eclipsarla. Eran dos décadas antes de que nacieran Barbie y su novio Ken, ya no infantes, sino jóvenes. O tres antes de la democratización de las Nancys de plástico, que se dirigían al portal cada Navidad para asegurarse ser repartidas puntualmente en las casas por unos Reyes Magos que ya competían con Papá Noel.

Y esas niñas de antes vieron cómo el tiempo transcurría y las transformaba en las madres y abuelas de hoy, surgiéndoles por ley de vida necesidades personales y familiares más serias y apremiantes que hacerse con el que fuera su ansiado juguete.

Tras un paréntesis en su fabricación, Mariquita Pérez resurgió en asequible vinilo de una fábrica en Onil en los 90. Y para quienes deseen cerrar aquella asignatura pendiente de décadas, La Gaceta de Salamanca lanza una completa colección de Mariquita Pérez, con tanto de histórico como de entrañable, con su camisita y su canesú. Todo llega para el que sabe esperar.

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