Pelayo
Los bares y tabernas de barrios y pueblos, como 'El Asturiano', deberían tener una consideración especial en esta España que se vacía antes de su extinción ·
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Los bares y tabernas de barrios y pueblos, como 'El Asturiano', deberían tener una consideración especial en esta España que se vacía antes de su extinción ·
Todo llega. No recuerdo si esta afirmación está o no en «Los dichos de Pelayo», nuestro Pelayo, alma de «El Asturiano», de la serie «Amar es para siempre», pero es apropiada para la noticia: cierra la serie de la sobremesa televisiva. Lo ha anunciado la cadena que la emite. Última temporada y Pelayo, su familia, amigos y enemigos serán historia de la televisión, y también de Salamanca.
Pelayo, José Antonio Sayagués, coló a Salamanca en guiones y también en su libro, y ha compartido plató con salmantinos, como Guadalupe Lancho y Silvia Alonso. Se ganó el cariño de toda España y sobre todo de Salamanca, que no es fácil. Fue pregonero de las fiestas un año.
Y, además, nunca dejó de ser un actor y director de teatro local. No creo que abandone esta faceta suya, como no dejó de ser uno de izquierdas en aquella España terrible de las primeras temporadas de la serie, cuando esta giraba alrededor del bar.
Uno más del gremio y ahora uno menos. Los bares, las tabernas han producido mucha literatura –también mucha televisión: ¿recuerda «Cheers»?— aunque mi favorita siempre será la neoyorkina Taberna de McSorley inmortalizada por Joseph Mitchel, pero la siguiente es la de Pelayo, nuestro Pelayo. Los bares y tabernas de barrios y pueblos, como «El Asturiano», deberían tener una consideración especial en esta España que se vacía antes de que sean etiquetados de especie en vías de extinción.
La pandemia dejó claro que son más que oficinas de bebida y comida, por eso es mala noticia el dato conocido estos días de que van a menos. Salamanca es la cuarta en número de bares en la Comunidad lo que nos convierte en príncipes destronados. Sin embargo, lideramos la estadística de restaurantes.
La escultura de San Juan de Sahagún, a espaldas de su iglesia, vecina de un café, ya está de fiestas. La obra de Valeriano Hernández se pensó para la Plaza de Los Bandos, pero finalmente terminó aquí, semi rodeada de un seto, cerca de una placa que recuerda al obispo Tomás Cámara, que fue el gran impulsor del templo y la devoción al Patrono.
La aguja de la iglesia apabulla y le da sombra; en el interior hay reliquias de templos ya desaparecidos, igual que en los muros, y en la fachada hay dos relieves de Aniceto Marinas, uno de los cuales recuerda la pacificación de los Bandos, aquellos partidos que se tenían repartida la ciudad y no dudaban echar mano de la espada llegado el caso.
A veces, en la política de hoy echamos de menos un pacificador como el patrono salmantino. Me pregunto si la plataforma (o lo que sea) Sumar no necesitará de uno a la vista de la variedad de siglas y pensamientos que reúne, y que a algunos ya recuerda a aquel Frente Popular; pero el PSOE también tiene lo suyo. Si las fiestas patronales nos trasladan a aquellos tiempos de bandos, espadas y venenos, el Facyl, Festival de las Artes de Castilla y León, nos meterá en la modernidad de videocreaciones, conciertos de difícil digestión para algunos y propuestas artísticas para las que seguramente uno no esté preparado.
No es aquel Festival de Luz y Vanguardias, pero algo de aquello hay en este. Todo se resume en sujetos y objetos, y hay sujetos que nos recuerdan objetos y viceversa, como esta semana explicaba en la Casa de las Conchas Mariaje Gallardo, artista salmantina que tenemos triunfando por esos mundos, y me ha recordado la feria alfarera en la plaza de Los Bandos.
El episodio electoral de Puerto Seguro, digno de un comentario de nuestro Pelayo, me recordó cuando entonces llamaban a la puerta y te dejaban un altar portátil que venía de otra casa con una imagen religiosa. Le ponías una lamparilla y hasta su traslado a otro domicilio con la bendición correspondiente. Aquí la urna podría ir de casa en casa, aplicándole aquello de que la democracia llama a tu puerta.
Democracia a domicilio. Se ha dicho en defensa del alcalde y el presidente de mesa, autores del traslado, que la intención era buena, a lo que Pelayo contestaría que el camino al infierno también está lleno de buenas intenciones. Y tiene razón, como siempre.
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