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EL BESTIARIO

Noches de Fonseca

Puestos a elegir gasolinera hermosa, mi favorita es la de Peñaranda con sus azulejos amarillos y ese toque vintage que hace que un coche de hoy se sienta intruso.

Domingo, 25 de junio 2023, 05:30

La impresión es que los candidatos gallegos se sienten como en casa en Salamanca. Si además les abrimos las puertas del Colegio de Fonseca podrían pasar a la condición de «okupas» y no se les podría reprochar nada. Mariano Rajoy fue un ejemplo de candidato gallego, que hace poco estuvo de campaña a favor de García Carbayo en el Patio Chico y se postuló para hacer lo propio con Mañueco cuando toque. Alberto Núñez Feijóo experimentará esta mañana la sensación de todos los gallegos al entrar en el Fonseca salmantino, fundado, por cierto, por un gallego de Santiago de Compostela, o eso dicen, que fue además arzobispo de allá, donde puso en su Fonseca gallego la primera piedra de la universidad santiaguesa. El «Fonseca» de la tuna es, por cierto, el colegio gallego, aunque los libros empeñados en el «monte de piedad» podrían haberlo sido en una de las casas de los Centenera, libreros de viejo, usados y de acopio e inolvidables figuras de la Salamanca de entonces. Sí, de las que ya no hay. El Fonseca salmantino se queda triste y solo relativamente gracias a los turistas, profesores y alumnos extranjeros, y algún despistado. Antaño acogía unas formidables noches culturales, pero ahora no sé. Estos días de atrás ha habido teatro del Siglo de Oro en su claustro, repleto de ilustres asomados a los medallones que servían de ejemplo a los escolares de entonces, pero, como digo, no sé si es lo mismo. De la pandemia hacia acá han cambiado muchas cosas; otras no, como esa presidenta de las Cortes de Aragón que es antivacunas, pero que no se enteren y por eso se ha borrado de las redes sociales. Aquí íbamos a estar sin vacunas, señora. Esta semana, por cierto, quizá caiga el telón de la pandemia al dejar de ser obligatorias las mascarillas. El caso es que uno ha visto en ese claustro de Fonseca a Chavela Vargas y eso es mucho para la vista. También a Rafael Álvarez, El Brujo, haciendo de Lázaro, que era como ver al mismísimo Lazarillo de Tejares. Y a otros que vaya usted a saber si volveremos o no a ver. Feijóo no es una figura del espectáculo o la cultura así que veremos cómo encaja en Fonseca. Como gallego me imagino que bien, al fin y al cabo, el colegio era para estudiantes gallegos.

La madre del arzobispo fundador de Fonseca, María de Ulloa, era hermana del conde de Monterrey y prima del otro arzobispo de Fonseca, con el que se casó. A la de Ulloa se le atribuye la leyenda del Palacio de la Salina, pero esa relación con Monterrey me lleva a recordar que esta semana se ha hablado mucho de la proclamada gasolinera más hermosa de España, que es la de la Puerta de Zamora, fundada por los Nuño allá por la década de los cuarenta y diseñada por Ricardo Pérez, uno de los arquitectos de moda entonces. Evoca el edificio a la Torre de Monterrey –como el cuartel de Torres Villarroel—y luce unos arcos escarzanos que en breve servirán de fondo a la toma de posesión de Javier Iglesias como nuevo presidente de la Diputación, lo que ha sorprendido a muchos. Arcos parecidos los de La Salina y otros claustros y patios locales. Puestos a elegir gasolinera hermosa, mi favorita es la de Peñaranda con sus azulejos amarillos, sus ilustraciones y ese toque vintage que hace que un coche de hoy se sienta intruso al entrar en ella. Cohibido, incluso.

Fonseca fue –quizás lo haya olvidado—hospital de reposo para algunos supervivientes del covid, reenganchándose así a su pasado decimonónico. Esta semana se ha homenajeado a ilustres médicos en su jubilación, que tuvieron que lidiar con la pandemia. Desde Teresa Muñoz Cidad, epidemióloga, a Miguel Barrueco, neumólogo. Vaya hornada que se acaba de jubilar: Lola Caballero, hematóloga de referencia mundial; Giner Abati, espléndido conocedor del alma humana; Adrián Juanes, siempre pendiente de su Universidad; Carmen López Sosa, pionera de la sexología en Salamanca, Arturo Ferreras, incombustible defensor de la sanidad pública… vaya, se me acaba del papel. Les echaremos de menos. Seguro.

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