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EL BESTIARIO

Castañas, castaños, castañazos

Berenguela es mucha Berenguela, esposa de rey, hija y nieta de reyes. Esposa del fundador del Estudio salmantino y reina de Castilla y León. Ahí es nada

Domingo, 29 de octubre 2023, 05:30

Todos los días recibimos uno o varios castañazos. Desde la llamada «Tierra Santa» o desde los cercanos despachos de nuestra política, pero otros, la verdad, no sabes de donde te vienen. Nuestro Tomás García Merino presentaba el jueves en el Liceo su libro «Entre castaños» y a mí se me fue el título a «Entre castañazos». Así estamos. La Literatura salmantina sigue dando una espléndida cosecha, pero no sé si decir lo mismo de nuestros castaños ahora que se han emplazado ya en nuestras calles los puestos de las castañas que han sobrevivido a la sequía, el fruto que salvó de muchas hambrunas a nuestros abuelos cuando faltaba el trigo o el dinero para comprarlo. Con castañas se hacía harina y con ella tortas con tantos carbohidratos que si un dietista lo piensa bien acaba infartado. Antes, a las castañas, se les sacaba más partido me dicen mis mayores y mis libros. Mi añorada Marta Sánchez Marcos habla en el suyo de castañas cocidas con almendras, confitadas, estofadas, glaseadas, con leche, con miel o al vino; y la gran Condesa de Pardo Bazán habla de castañas con chorizo, naturalmente de Candelario. Eran postre y guarnición, por ejemplo. Esos castaños de García Merino protagonizan el colorido de nuestras sierras en las que hay topónimos que nos remiten a ellos como El Castañar bejarano, pero también es apellido de las serranas Miranda y San Martín; hay una Virgen del Castañar. Y es apellido de vecinos como Fernando Castaño, que fue concejal, y antes que él tuvimos a Juan Castaño en la Diputación y antes tuvo su aquel Ernesto Castaño, uno de los fundadores de la CEDA; y tenemos a Miguel Castaño, experto en ictus, Javier Castaño, jurista, también a los hermanos Castaño, Javier y Damián Castaño, que son toreros, y conozco a un César Castaño, que es cocinero…

Asociamos las castañas al otoño y a este tiempo de recuerdos a nuestros muertos acudiendo a los cementerios, donde recordamos que la muerte es una castaña y un castañazo; comiendo huesos de santo para que se nos pegue algo de ellos o buñuelos para sacar almas del Purgatorio; participando en paseos nocturnos a la luz de las velas por las leyendas de Monleras o entre almas en San Martín del Castañar; relatando a los niños historias de miedo o vistiéndoles para la fiesta escolar de Halloween. También hay una espléndida ruta salmantina vinculada a estos días, que incluye la calle del Jesús, la Plaza de los Sexmeros, la Capilla Dorada de la Catedral, algunas inscripciones… hasta terminar en panteones como el de Teresa Zúñiga, alias «La Corneja», en el Cementerio. Quizá en otra edición de «Las llaves de la ciudad»…, pero sepa que hay un tanatoturismo muy apreciado. La de este año va servida y con cierto protagonismo para la reina de moda, Berenguela, vinculada a la iglesia de Santo Tomás Cantuariense (su abuelo, Enrique II de Inglaterra, tuvo que ver en la muerte de Tomás Becket y también en la expansión de su devoción) y al convento de Las Claras, donde su vida, dicen, aparece relatada en las pinturas. Son dos de las novedades de esta edición. El viernes, coincidiendo con las primeras visitas, se presentó en Salamanca el libro «Berenguela», de José Ángel Mañas, con la presencia de Miguel Ángel Martín Mas y Charo García de Arriba, descubridores de ese relato histórico entre las pinturas de Las Claras. Y esa reveladora chova piquirroja… Berenguela es mucha Berenguela, esposa de rey, hija y nieta de reyes. Esposa del fundador del Estudio salmantino y reina de Castilla y León. Ahí es nada.

Me confieso devoto de las castañas y todo lo que las rodea, pero también del jamón y su padre, el cerdo, protagonistas de estos días a costa del Foro del Ibérico. Todo espléndido si además lo regamos con el vino que ha rivalizado con el agua en la Feria de Aldeadávila. Pronto será San Martín y ya sabe lo que dicen. Se abrirá el tiempo de las matanzas, que tienen en Salamanca dos museos, el de la Industria Chacinera, en Guijuelo, y el de la Casa Chacinera de Candelario, pero ahí está ese cerdito de La Alberca, entre castaños esperando el castañazo. Su destino.

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