Bañador, chancleta y votos

Conozco bien esas vísperas del 25 de julio porque al fin y al cabo en tan señalada fecha celebro mi santo. Ya ve, en otro tiempo era patrono de España. Hoy, con excepciones, no es una fiesta muy extendida.

En Castilla y León lo será este año por una ocurrencia del vice Gallardo; ocurrencia, sí, aunque nos ha puesto un puente estupendo. El que quiso eliminar en el Día de la Comunidad lo trajo al verano, pero sin querer. Él es así, como en otras cosas. En tan señaladas vísperas el presidente Pedro Sánchez ha colocado elecciones generales, que no quiera ver a los miembros de las mesas electorales en plena canícula, a las tres y media de la tarde, en un colegio esperando con las urnas a los clientes.

Esperando y sabiendo que la familia está a esa hora sesteando en la piscina, en una chopera, alameda o merendero serrano. No le hable usted a esos elegidos ciudadanos de la fiesta de la democracia. Fiesta, la de esos pueblos que festejan a Santiago o Santa Ana con verbena, paella, procesión, toros y hasta «chocones». Qué se yo, Santiago de la Puebla, Cordovilla, Campo de Peñaranda, La Alamedilla, La Maya, Mozárbez, Yecla de Yeltes, Sobradillo, Rinconada de la Sierra, Candelario, Matilla de los Caños, Fuenterroble, Alberguería, Rinconada de la Sierra, Palacios de Salvatierra…

Por esas fechas santiagueras se celebra además el Día de los Abuelos, recordando a los de Jesús, Joaquín y Santa Ana.

Bueno, pues en las vísperas, domingo 23, del año 23, hay jornada electoral y ahí quiero ver yo a votantes en bañador y chancletas, que es el atuendo oficial de las vacaciones, y también abanico porque seguro que en el colegio electoral hace calor.

No quiero imaginar en bañador y chancletas dónde llevará el personal el documento nacional de identidad, y tampoco quiero saber cómo van a pasar el día de reflexión en esas localidades con fiestas y qué puede salir de una reflexión así. Pero me he ido muy lejos: a uno no le queda más remedio, pero llevar una tarde de canícula a un ciudadano a un mitin puede no ser fácil. Ya veo a los candidatos en las piscinas, verbenas y terrazas nocturnas repartiendo su mercancía. Más bien no lo veo.

En estos asuntos estaba uno enfrascado mirando detalles del patio solemne del Casino de Salamanca antes de la presentación del Código Ético de la Academia de Gastronomía Salmantina.

Un código necesario en estos tiempos que corren, por las nuevas tareas de la Academia y para dejar constancia a las generaciones que vengan. La profesora Dolores Calvo ha sido la redactora y es casi seguro que termine por ser el código del resto de Academias de España. Lourdes Plana, la presidenta de la Academia Española de Gastronomía, acertó cuando dijo que el Código sirve también para aclarar las funciones de las Academias de Gastronomía, que muchos confunden aún con cofradías gastronómicas.

En las Academias la comida y bebida es materia de estudio, cultural, y esto lo cambia todo. Salamanca tuvo cofradía y de ella surgió la Academia, primera de Castilla y León, y primera en tener Código Ético. Fue oportuno Alfredo Martín Cubas, presidente salmantino, recordando otras legislaciones que salieron de Salamanca, como el Derecho de Gentes. Estuvo en la presentación el presidente de la Academia de Gastronomía de Castilla y León, Julio Valles, ejemplo de sabio de las cosas del comer desde la Historia o la Tradición, y figura implicada en Salamanca Siglo de Oro en cuyas vísperas nos encontramos. La cita reunió a académicos salmantinos, que quizá deban prestar juramento de cumplir el Código Ético, aunque sí lo han adoptado por unanimidad.

La cita electoral veraniega ha disparado todas las dudas y no se habla de otra cosa. Dudas sobre qué hacer si a uno le eligen para una mesa electoral en esas señaladas fechas en las que el ciudadano tiene la fea costumbre de irse de vacaciones. ¿Debe regresar de ellas? ¿Aplazarlas? ¿Suspenderlas si ya las tiene contratadas? La casuística es tremenda y veo en los Juzgados de la Plaza de Colón colas para consultas.