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DE LARGO ALCANCE

Vacaciones infernales

Tanto hablar de las olas de calor quita las ganas de venir. No estaría mal alguna estrategia institucional para contrarrestar este cambio de percepción

Lunes, 28 de agosto 2023, 05:30

Durante décadas he sido la envidia de mis colegas y amigos en Europa. Cada vez que les dejaba las llaves de casa para regar las plantas, un ritual que repetía dos o tres veces al año, suspiraban y lamentaban no poder viajar con la misma frecuencia que yo a España, al sol y al calor. La palabra España les sugería directamente el ensueño de bailar en la playa en bikini con una copa de sangría en la mano. De nada servía que yo tratase de aclarar que mi destino era Salamanca, que aquí no tenemos playa y que lo que sí tenemos son los nueve meses de invierno y otros tres de infierno que dice el refrán. Algunos han terminado entendiéndolo cuando me los he traído de visita y se han visto conminados por el termómetro a aceptar que aquí a las cuatro de la tarde de finales de julio no estaríamos en la playa ni aunque la tuviéramos. Suelo castigar a mis convidados con una exhaustiva jupa viendo monumentos y recompensarlos después con un buen surtido de viandas de las nuestras. La ecuación se equilibra y ninguno se ha arrepentido nunca de venir, a pesar de los rigores del calor. El resto ha seguido codiciando la invitación hasta este verano, en el que todo ha cambiado. De pronto España se percibe en el norte de Europa como un destino indeseable a causa de las altas temperaturas. España y todo el sur de Europa. La mayor parte de la culpa la tiene el ministro alemán de Sanidad, Karl Lauterbach, que en julio viajó con su familia a Italia y desde allí explicó en Twitter que adelantaba la fecha de vuelta: «La ola de calor aquí es espectacular... estos destinos vacacionales no tendrán futuro a largo plazo. El cambio climático está destruyendo el sur de Europa. Una era llega a su fin». Los de Meloni se indignaron, claro está, pero sólo durante cero coma minutos. La ministra italiana de Turismo Santanchè estuvo al quite y respondió rápidamente en alemán que «en Italia somos conscientes del cambio climático, que afecta no sólo al sur de Europa, sino a todo el planeta«, además de referirse a un plan estratégico que «nos permitirá hacer que la oferta turística italiana sea acogedora y sostenible los 365 días del año para los descendientes de Goethe». Pero el daño ya estaba hecho. He pasado el verano recibiendo mensajes en varios idiomas que me preguntan «¿cómo aguantáis?». Las televisiones europeas han repetido hasta la saciedad los reportajes sobre las vacaciones infernales, como aquellas sobre las que cantaba Alaska en La Bola de Cristal pero localizando con precisión las costas del averno en el Mediterráneo. Se han sumado a lo que llevan haciendo mucho tiempo las televisiones españolas, que dedican preciosos minutos de contenido informativo a contarnos lo que ya sabemos todos: que está haciendo mucho calor. Aprovecho la ocasión para señalar que, al menos en el caso de la televisión pública, creo que podría encajar en la definición de estafa o malversación, porque con dinero público nos dan gato por liebre, folclore donde debería haber noticias. Para eso están los espacios de información meteorológica, digo yo, no el Telediario. Y lo que aquí se cacarea a rabiar, una forma cualquiera de evitar informar sobre lo que verdaderamente responde a la definición de noticia, que es niño muerde a perro, puesto en Europa adquiere carácter disuasorio. Si España no viviera en buena parte del turismo, igual hasta tenía su gracia. Pero tira más bien a serio. Tanto hablar de las olas de calor quita las ganas de venir. No estaría mal alguna estrategia institucional para contrarrestar este cambio de percepción y que el sector reaccione también, aportando su versión más fresquita. La pandemia propició que destinos europeos, hasta entonces desangelados y aburridos, se pusieran las pilas y se presentasen como alternativas aceptables. Y el calor parece estar haciendo el resto.

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