El alcalde de Foligno, una ciudad del Perugio de 50.000 habitantes, ha recibido dinero europeo para construir una clínica para perros callejeros alimentada por energía solar. Panettieri, que no llega a 400 habitantes, ha pedido ayuda a la UE para representar en condiciones su entrañable belén navideño, durante el cual se apagan las luces de la localidad. Proyectos como estos explican por qué Italia es el principal destinatario hasta el momento del Fondo de Reconstrucción. La UE se endeudó por primera vez conjuntamente y a gran escala para poner a disposición 720.000 millones que casi nadie ha pedido. Las administraciones locales se pierden en la burocracia y las condiciones, pero no es tan difícil.

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Cada país deber utilizar el 37% de los fondos transferidos para la reestructuración de la economía respetuosa con el clima, objetivo que los italianos están cubriendo de forma muy creativa, como explican los anteriores ejemplos. El 20% debe destinarse a la digitalización, cuestión que se resuelve poniendo wifi en la plaza, digitalizando la biblioteca y poco más. La solicitud requiere tiempo, eso es cierto, y las autoridades locales a menudo carecen del personal necesario para realizarla. Los destinatarios deben cumplir además «hitos», como la adopción de determinada directiva europea o la instalación de sistemas informáticos para el ayuntamiento. Y muchas administraciones encallan en este punto porque no saben bien cómo abordarlo, cuando quizá una asesoría legal sea suficiente para descifrarlo. Y otro de los problemas es que muchos ayuntamientos ni siquiera han oído hablar del Fondo de Reconstrucción: según una encuesta del Comité Europeo de las Regiones entre casi 3.000 oficinas, una de cada dos no tenía noticia. El resultado es que una gran piscina de dinero permanece en Bruselas sin que nadie lo solicite. La mitad de estas ayudas se conceden a fondo perdido y el resto a crédito. De los 385.000 millones previstos para préstamos, se han transferido sólo 47.000 millones. De esta cantidad, Roma ha recibido 38.000 millones, el 81%. ¡Mamma mia! Y de los 335.000 millones disponibles de subsidios a fondo perdido, se han concedido 106.000, de los que Italia ha recibido 29.000. Desde España se han pedido 37.000 millones en subvenciones y la mitad sigue sin ser transferida. Se me hace la boca agua al pensar en la cantidad de capital que podría terminar inyectado en nuestros pueblos, en sus colegios e institutos, centros de salud, patrimonio histórico-cultural, en sus grupos de teatro y de zumba, en su conservación de la naturaleza y, si me apuran, en su gastronomía y fiestas. Basta con pintar los proyectos de verde y digital. Y con echarle horas. No es tan difícil. Con todo mi respeto a los italianos, me resisto a creer que ellos tengan más imaginación e ingenio que nosotros.

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