Hace ya diez días que votamos y España se asemeja a una lagartija al sol, en una quietud tórrida, hipotensa y pegajosa. Nadie sabe en qué derivará el próximo gobierno y el latido institucional se apaga en la pausa veraniega. O quizá sí se sepa, pero no se diga en voz alta. Bajo la sombrilla, algunos comienzan a susurrar que este guion lleva ya tiempo en el cajón, que se trata de una trama que Sánchez dejó hablada con el PNV antes de la moción de censura contra Rajoy y que el final de temporada sólo se desvelará al espectador de la serie en el último capítulo, tras marear la perdiz lo que no está escrito. Espoilean una reforma constitucional pactada desde hace legislatura y media, a las espaldas de la media España que permanecerá ajena al latrocinio hasta que sea demasiado tarde para reaccionar. El mes de agosto proporciona el conveniente coma letárgico. Así somos los españoles: a la vuelta de vacaciones ya veremos cómo afrontar lo que quiera que sea. Que nos quiten lo bailao y que no nos hablen de política en el chiringuito: no deja de ser el mecanismo de defensa desarrollado por un sistema inmunológico político toreado ya en muchas capeas.

Publicidad

España sestea, mira de reojo el telediario con el volumen de la tele apagado y se estanca en una somnolencia inasequible a los estímulos. No hay cómo reanimar al paciente, más que nada porque no desea ser reanimado. Hace ya días que los discursos de análisis se han agotado y los tertulianos de la precariedad, que son los únicos que quedan en activo en agosto, se limitan a comentar idas y venidas, sin más recorrido que la ceguera, porque el único que tiene la clave de resolución sigue tirado al sol en La Mareta, esperando su momento. Y además de la tensión baja, propia de las altas temperaturas políticas, el país sufre evidentes desarreglos hormonales. El desprecio con el que Pedro Sánchez ha hecho saber que no se debe molestar al presidente en funciones cuando está ligando bronce revela sin duda exceso de testosterona. ¡Hombre tenía que ser, al volante del gobierno!

Otro gallo nos cantaría si hubiera mujeres al frente de los partidos, y no me estoy refiriendo a Ayuso, de la que sus allegados presumen que tiene más testosterona que todos los masculinos juntos. Las mujeres tienen más empatía, más mano izquierda y más experiencia con los partos difíciles, que es de lo que se trata. Diez días y no han empezado las contracciones. Está haciendo falta un chute de oxitocina, que además de acelerar la dilatación predispone el cerebro al vínculo y a la asociación con otros semejantes.

Oxitocina en el gazpacho, por favor, en la caipiriña y en el frigopié, que la Constitución tiene ya cuarenta y cinco años y a esta edad los partos ya se sabe.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad