Secciones
Destacamos
La Tierra gira sobre sí misma, en su movimiento de rotación, a mil kilómetros por hora, a 1.667 kilómetros por hora en el ecuador. El hecho de permanecer sentada, escribiendo este artículo, es pura ilusión: en realidad giramos todos como una ventolera, en remolino irremediable.
Y si a eso añadimos el movimiento de traslación, en el que la Tierra gira alrededor del sol en una órbita elíptica y a una velocidad de unos 30 kilómetros por segundo, la aceleración de la que somos presa se me antoja ya indecorosa.
Toda aspiración de quietud resulta vana, en medio de este desquiciado vals que forma parte, por otro lado, de un infinito equilibrio entre cuerpos celestes y fuerzas de la física que escapan a nuestra completa comprensión. Y sin embargo, aspiramos a la tranquilidad. El ser humano, al menos aquel que ha superado la barrera de la madurez, desea en lo más profundo la calma: escapa de la gran capital para escuchar el silencio en cualquier casa rural de Castilla y León; somatiza el exceso de ruido o de estrés en enfermedades varias; e insiste en seguir cantando el himno titulado Noche de Paz en la noche de más ajetreo del año en la mayoría de los hogares. Buscamos un sosiego que para nuestra existencia es puro espejismo. Y cuando, por momentos, lo disfrutamos, apenas si somos conscientes de ello. Somos ya varias generaciones europeas, por ejemplo, las que hemos disfrutado de una vida en paz, en la medida en la que no hemos tenido que vivir el horror de una guerra. Basta echar un vistazo al índice de los libros de historia para comprobar que se trata de un acontecimiento excepcional en este continente. Vivimos engañados, como si esta paz gozase de algún tipo de garantía de fabricante, pero las leyes de la geopolítica, a menudo tan aplastantes como las de la física, dicen lo contrario. Los servicios de inteligencia europeos advierten que Rusia está fabricando armas a todo lo que da su capacidad y en 2024 invertirá el 6% de su PIB en este propósito, un ritmo al que los gobiernos europeos no podrían ni soñar.
El ataque de Hamás a Israel ha supuesto un gran regalo para Vladimir Putin, porque exige recursos a Estados Unidos que obligan a Washington a pensar seriamente en un conflicto en dos frentes y porque ha dinamitado el proceso de normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudita, tan esperanzador para la paz en la región.
Además, en Estados Unidos sube Donald Trump en las encuestas. Estados Unidos ha desplegado 10.000 soldados adicionales en Polonia y lidera allí la construcción de una central nuclear, creando en el flanco oriental de la OTAN una barrera psicológica para Rusia, la de la credibilidad del artículo 5 de la Alianza. Con Trump, sin embargo, los continentes europeo y americano se desplazarían como placas tectónicas y quedaríamos más expuestos que nunca desde Pearl Harbour.
Los rusos están convencidos de que somos incapaces de defendernos sin nuestro primo de Zumosol de Washington y es muy probable que acierten, mientras que los estadounidenses, que en 1945 y siguientes entendieron que su propia seguridad implicaba defendernos a nosotros, están ahora más sensibilizados por las amenazas en Asia y el Pacífico.
La mayoría de los gringos nos ve como un parque temático, un escenario de cuento que no cuenta. Joe Biden es probablemente el último presidente verdaderamente transatlántico y esta nueva mentalidad avanza como giro copernicano que se lleva por delante toda nuestra arquitectura de seguridad y que nos conmina a afrontar de nuevo nuestro estado histórico más frecuente, que no es precisamente el de la paz ni el de la contemplación. Los acontecimientos, como el planeta Tierra, giran a enorme velocidad, mientras nuestra percepción es la de estar quietos, la de permanecer en esa era del estado de bienestar y la prosperidad bajo el paraguas protector estadounidense, que ya ha terminado.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.