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Ahora que calienta de lo lindo, las imágenes cobran un cariz alternativo y deslumbrante. Se debe a una ilusión óptica causada por la reflexión total de la luz cuando atraviesa capas de aire de densidad distinta. Los objetos lejanos parecen más cercanos e invertidos. La experiencia del fenómeno físico se asemeja al consumo de ciertas sustancias ilegales. Yo entrecierro los ojos y llego a ver a un presidente del Gobierno querellándose a través de la abogacía del Estado contra un juez que a su vez investiga a la mujer del susodicho presidente por tráfico de influencias y corrupción. La realidad se retuerce, se contorsiona sobre sí misma y produce espejismos. Podría ser un mal viaje de LSD, pero es fruto del verano político. Si miras muy fijamente, tiembla la visión a partir del asfalto agostado e incluso los colores llegan a mutar, porque los haces de luz se suman o se anulan y solo determinadas longitudes de onda, es decir colores, son percibidos. Una investidura catalana, por ejemplo, puede ser percibida como perfectamente legal, cuando en realidad ha sido objeto de compraventa o de chantaje. Un documento que aparentemente trata sobre concierto económico es, contra lo que percibe el observador bajo la canícula, una sentencia de muerte, un lóbrego prolegómeno de ruptura y descomposición: desconcierto en estado puro.

La tentación, naturalmente, es mirar hacia otro lado. Solazar los ojos, que duelen, perdiendo la vista en las olas del mar o en el horizonte poblado de encinas. La reverberación de reflejos causa gran estrés en el globo ocular. La temperatura, además, aumenta la ansiedad. Como los sedientos beduinos otean tras las dunas un oasis que no es más que fruto de la refracción de la luz, nosotros imaginamos que salimos a comprar el pan a la calle en un país libre y democrático. Soltamos tesis doctorales de barra de bar sobre la democracia en Estados Unidos o en Venezuela como si aquí gobernasen quienes ganan las elecciones, como si las decisiones del poder judicial no estuviesen aquí sometidas a la ley de la oferta y la demanda gubernamental o como si se cumpliese la premisa de la igualdad a la hora de pagar impuestos y de financiar regiones.

El calor es tan peligroso que hay gobiernos, como el de Irán, que decretan confinamientos para proteger la vida de los ciudadanos, así que tenemos suerte en el fondo de que Illa no nos haya vuelto a encerrar en casa para manejar la resistencia más a su antojo y hacernos ver, a base de efecto óptico, lo que todos sabemos que no está ahí. Cuando pase la enésima ola de calor proclamada a bombo y platillo por el telediario, cuando los hechos hayan sido consumados, veremos con más nitidez y con todos sus dígitos la factura.

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