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Con dinero no basta

Excepto Sánchez y los populistas prorrusos todos los gobiernos europeos coinciden en que, sin seguridad, el resto de los bienes políticos carecen prácticamente de valor

Lunes, 24 de marzo 2025, 05:30

Más o menos a mitad de camino entre 'La Torre Oscura' de Stephen King y la inolvidable Matrix. España subsiste en una especie de universo paralelo, más bien universo fake, donde la guerra queda muy lejos. Como si a estas alturas de la historia la distancia supusiera un factor relevante. Como si en el caso de que la OTAN entrase en guerra, pudiésemos quedar nosotros al margen. Pedro Sánchez no identifica el asunto como de primer orden para su supervivencia política, que es lo único de lo que se ocupa, así que en Bruselas adopta una postura de manual franquista: de la neutralidad ambigua a la no beligerancia. El precio, en el mejor de los casos y como hemos leído en los libros de historia, es el aislamiento y el atraso. Pero los españolitos bastante tenemos con atemorizarnos ante el televisor, traumatizados todavía por la dana y cruzando los dedos. Pedro Sánchez nos mantiene atrapados en la isla de Circe. Y en cuanto a sus cómplices, ahí siguen, jugando a las cocinitas ideológicas. Como si en el caso de que la OTAN entrase en guerra fuese a afectar más este hecho a los españoles de una u otra ideología.

En Europa es otra cosa. En París, la diplomacia hiperactiva bate una y otra vez el récord de cumbres por semana. Los nórdicos están desmontando a toda prisa su icónico Estado del bienestar para financiar el rearme. Los bálticos exprimen sus presupuestos hasta el dolor y en Berlín se ha extirpado el cromosoma del rigor fiscal de la cadena de ADN político para abrir una línea de deuda pública ilimitada. «Todo lo que sea necesario», han sido las palabras que han abierto esta vez la cueva de los cuarenta ladrones. Excepto Sánchez y los populistas prorrusos (Hungría y Eslovaquia), ojo al mismo y lamentable saco en el que hemos caído, todos los gobiernos europeos coinciden en que, sin seguridad, el resto de los bienes políticos carecen prácticamente de valor. Y si bien es cierto que hay que darles la razón en esto, también es necesario reconocer que con dinero y con armas no basta.

La seguridad exige liderazgo y no andamos precisamente sobrados. En Estados Unidos, esa potencia que está dejando de pertenecer por minutos al nosotros geoestratégico, por los suelos. Macron, con todo su impulso, es un pato cojo. Starmer, con su decisión, carece de red con la UE, debido al Brexit. Hasta la Meloni, Cagancho en Almagro, se esconde tras la barrera de «países alejados de la frontera con Rusia». ¡Cómo estarán las cosas para que Bruselas vuelva la mirada hacia el polaco Donald Tusk, en busca de guía! Porque Friedrich Merz tiene primero que sacar a Alemania adelante. Eso sí, mientras la rearma hasta los dientes. Nadie parece reparar en que uno de los elementos de equilibrio y paz, desde la II Guerra Mundial hasta hoy, ha sido el consenso sobre la inconveniencia de una Alemania unida y armada. Hoy, sin mediar debate alguno, Bruselas pide de rodillas a Berlín ese rearme, a un país en el que la extrema derecha ha obtenido en febrero el 20% de los votos y en marzo ha escalado hasta el 23% en las encuestas. Es muy posible que en las próximas elecciones tome posiciones de gobierno en una Alemania ya potencia armamentística. ¿Qué podría salir mal?

La seguridad tiene que ver, además, con una sociedad civil crítica, exigente y activa. Unos mayores que aporten al debate público su experiencia, en lugar de dilapidarla en viajes del Imserso. Una madurez despierta, en lugar de adicta a Netflix; con la atención plena en lo que pasa, en lugar de en el Mindfulness. Y una juventud consciente de sus obligaciones, además de sus derechos. Hasta que no retomemos este consciente camino a Ítaca, ni seguridad ni gaitas. Rusia ha cerrado cruelmente el ciclo de esperanza de paz perpetua en Europa, Estados Unidos ha interrumpido el ciclo de la alianza transatlántica y Europa, ciclotímica, se autoconvence de que bastará con poner más dinero sobre la mesa.

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