Adelante

Cuando camino por Salamanca y me topo con los carteles electorales del PSOE, no puedo evitar preguntarme quién los habrá pegado ahí y si alguna de esas personas defiende los pactos con Bildu. Lo dudo mucho. Sería como bailar en las fiestas que se perpetran en los pueblos vascos a los que regresan los presos de ETA, la misma banda que asesinó a tantos insignes socialistas, entre muchas otras pérdidas irreparables que estoy segura también tendrán en cuenta. Cuando veo a los políticos salmantinos que se hacen fotos de campaña con el ministro Albares a la puerta de la Catedral, me pregunto qué argumentos podría esgrimir cada uno de ellos para defender que se nos haya hurtado el delito de sedición, sin el cual y a fecha de hoy hemos quedado indefensos ante la próxima arremetida independentista, que veremos sin duda antes de 2030. A mi entender se trata de felonías imperdonables que convierten por extensión en impresentable cualquier candidatura electoral por las siglas implicadas. Las siglas del PSOE, a las que todos los españoles que vivimos en democracia debemos tanto, han sido arrastradas, mancilladas y prostituidas por Pedro Sánchez. Y ese proxenetismo es lo que defienden los actuales candidatos. Esa es al menos mi percepción. Consciente sin embargo de que no estoy en posesión de la verdad absoluta y puedo equivocarme como todo el mundo, me gustaría preguntarles directamente a los candidatos del PSOE de Salamanca cómo es posible que salgan en campaña a celebrar los pactos con Bildu y los indultos. Debe haber algo que se me escape. Algo muy gordo. Sólo pido por favor que me respondan con argumentos, razones y hechos, que no me echen el alpiste de que así, al menos, no gobierna la derecha. Si les falta prosodia, que rellenen un formulario: yo, fulanito de tal, justifico los pactos con Bildu y los indultos por los motivos equis. Explíquenme por favor qué les lleva a ustedes a dar la cara por Pedro Sánchez, el Fernando VII de la democracia.

Puestos a preguntar, yo preguntaría por muchas otras infamias, como el arresto domiciliario de España entera durante la pandemia, no sólo inconstitucional sino además responsable de una de las peores cifras de muertos y de daños económicos de Europa. Preguntaría cómo es posible que defiendan los destrozos causados durante la última legislatura en las instituciones y el cuerpo legal sobre el que se soportan nuestra democracia u nuestra convivencia. Preguntaría por qué los trabajadores españoles han sido condenados a una de las peores presiones fiscales de la UE y sus hijos a una deuda pública que lastrará de por vida sus esfuerzos enfocados a la prosperidad, generaciones sacrificadas en aras de un gasto público absolutamente disparatado. La lista de preguntas tiende a infinito. Sánchez ha pasado por España como las tropas napoleónicas por Salamanca, que presumían ser portadoras de la libertad y, para empezar, dinamitaron el treinta por ciento de nuestro patrimonio monumental con el único propósito de hacerse con piedra para reforzar sus defensas. Y uno de los grandes damnificados es el PSOE, un partido en el que hace ya años que no hay debate, sino culto. Las purgas internas han dejado yerma una formación política otrora poblada de intelectos y cualquiera capaz de expresar la más mínima crítica corre el peligro de ser acusado de traición, por lo que solamente quedan en la foto a los que no le queda otra, los que saben que su pan depende sin alternativa del carguito. Quizá sea esta la explicación. Quizá no haga falta el formulario. ¿Cómo no me he dado cuenta antes? Y no seré yo quien juzgue a quien roba para dar de comer a sus hijos. Sólo les recuerdo que están dejando a los trabajadores españoles sin un partido que los represente y a España entera, después de una nefasta legislatura, al borde del abismo. Y que han ido a pegar unos carteles electorales en los que se lee: «Adelante».